Ayer volví por los cerros de Santorcaz durante poco más de una hora, pero ya vuelvo a tener techo y cama allí, así que espero que pronto volverán más crónicas y más largas de mi pueblo. Mientras, hasta un paseo tan corto como el que dí ayer, permite sacar algunas instantáneas de la vida de los pájaros comunes y algunos otros animalillos.
El pinzón (Fringilla coelebs) es una de las aves más abundantes de la Península Ibérica y lo encontraremos criando en cualquier lugar en que haya árboles. Como todos las aves, también cuidan de su plumaje, pues de él dependen para volar. Ayer me tropecé con un bonito macho recién salido del baño, y como el plumaje aún no estaba a punto y yo no parecía muy amenazador, decidió recomponerse el plumaje mojado mientras me vigilaba con el rabillo del ojo.
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Con el plumaje mojado, el pinzón decidió acicalarse y asolearse en un quejigo |
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De espaldas, pero siempre vigilándome, se podía ver su obispillo de color verdoso |
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De lado, y aún mirándome, mostró las franjas blancas de sus alas negras |
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Ya con el plumaje algo más adecentado, miró al cielo antes de salir volando |
No muchos más pájaros pude fotografiar ayer, salvo a un alcaudón común (Lanius senator).
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Alcaudón común sobre una encina |
Como siempre, conviene mirar al suelo ya que siempre hay joyas perdidas. Ayer encontré un fósil de un caracol acuático con unos pocos millones de años y una oruga de llamativos colores. Esta oruga de Papilio machaon se convertirá en poco tiempo en una espectacular mariposa más colorida si cabe, que la oruga. Tranquilamente se daba un festín con las cápsulas de una umbelífera que es considerada mala hierba en la agricultura. Una vez más los bichos más insignificantes hacen trabajo gratis para nosotros.
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Ya había dado un buen bocado a la cápsula cuando la encontré |
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Rojo, verde y negro significan una cosa: si se la irrita es capaz de producir ácido butírico, lo que no debe ser muy agradable al paladar |
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