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lunes, 22 de diciembre de 2014

SIERRA DE LA CULEBRA, TIERRAS DE LOBOS

De la mano de José Luis, nuestro guía de Llobu (http://www.llobu.es/), un par de amigos, Lucía y yo nos hemos sumergido en el mundo del lobo este fin de semana. El lobo (Canis lupus), el gran depredador europeo, faltó a su cita pero sentimos su presencia, no sólo por los rastros y señales que nos dejó, si no por las historias de lobos de José Luis, de un ganadero al que visitamos, por el comportamiento de sus presas y en general por todo lo que rodea a este mítico animal en el lugar con mayor densidad de Europa occidental: la Sierra de la Culebra.

Las jornadas empezaban temprano, llegando de noche al punto de observación. Y es que la noche, el amanecer y el anochecer es el momento de mayor actividad para la gran parte de los mamíferos. Pronto, descubrimos que esa noche resulta fatal cuando mezclamos carreteras y animales.

Tejón atropellado (Meles meles)
A pesar del disgusto por una muerte tan gratuita que nos encontramos, tras conocer a José Luis y que nos contase la forma de proceder en las esperas para respetar al lobo y las normas, llegamos al punto de observación justo algo antes de salir el sol.

Mar de nubes en cotas bajas de la meseta zamorana
En seguida empezamos a disfrutar de un día helador pero con buena visibilidad, y mientras esperábamos, nos entreteníamos con ciervos (Cervus elaphus) y corzos (Capreolus capreolus), y casi con susurros aprendíamos sobre cuernas, clases de edad, sexos y peculiaridades de estos animales.

Cristales de hielo que habían crecido sobre el suelo
Cuando ya la mañana estaba muy avanzada salimos de nuestro oteadero a dar un paseo por los cortafuegos que habíamos estado escrutando con telescopios y prismáticos. Allí en seguida descubrimos que la zona era muy querenciosa para lobos, ciervos, corzos y jabalíes

Un par de ciervas que sorprendimos en un cortafuegos, aunque después comprobamos que también iban acompañadas de un vareto:


Excremento con restos de huesos atribuible a lobo
Excremento con restos de pelo de jabalí marcando un cruce de caminos, casi seguro de lobo
Huella de lobo ("seguramente" como diría nuestro guía)
Huellas de corzo
Huella de ciervo
Después del paseo, y de entrar en calor, visitamos a un ganadero joven que continuaba con la actividad de su padre. Entre muchas historias de ovejas, lobos, caza, mastines nos dejó claro que él nunca había sufrido un ataque de lobo. La causa era que había contratado a un cuerpo de seguridad muy hacendoso y que cumplía unas normas básicas de cuidado de sus ovejas. Así tenía un nutrido grupo de mastines, bien alimentados y cuando el ganado dormía al raso, siempre lo hacía en teleras y con los mastines.


Grupo de mastines que protegen al ganado
Somnolientos y sobones son los mastines con los amigos,
pero ¡ay! del que amenace a sus hermanas las ovejas
Una nueva generación de guardianes ya aprende de sus mayores...
...aunque ahora sólo den ganas de achucharlos
Mastines y careas siguen siendo las herramientas del pastor moderno que ama su trabajo
En invierno, cuando el pasto no es muy nutritivo nuestro pastor prefiere estabular a su ganado
Carnero
La comida la hicimos al sol, a la orilla del río Tera, donde una lavandera blanca (Motacilla alba) también descansaba al sol.

Lavandera blanca
Antes de anochecer subimos de nuevo al punto de observación, y aunque no tuvimos éxito, seguimos disfrutando de cielos y ciervos.

Anochecer sobre los campos de molinos
Sin desfallecer, a la mañana siguiente volvimos a intentarlo y mientras la luz aumentaba, disfrutamos con los vaivenes de la niebla.

La niebla serpentea por los vallejos
En este ambiente de paz, estuvimos más en silencio que el día anterior y los animales se nos acercaron bastante más.

Grupo de ciervas a contraluz
El mismo grupo de ciervas, nos dirigió una última mirada antes de desaparecer
Corzo con su cuerna incipiente cubierta del terciopelo
Y con la sensación, de que lo tendríamos que volver a intentar, nos internamos en el pinar en busca de nuestros coches. No vimos al lobo, pero José Luis supo contarnos los problemas a los que se enfrenta y cómo a pesar de ellos sobrevive en un lío de intereses y conflictos que sólo una persona de la zona puede comprender. Me despido agradeciéndole en nombre de todos sus enseñanzas y deseándole suerte

Niebla y pinos filtraron la luz que nos despidió 

lunes, 27 de octubre de 2014

TRAS EL LINCE EN ANDÚJAR

Antes de bajar a Sevilla a ver a la familia, esta semana hemos hecho una parada en la Sierra de Andújar. El objetivo era intentar ver algún lince ibérico en uno de los dos santuarios que le quedan en la Península Ibérica, el otro es Doñana. No hemos tenido suerte y es que no es la mejor época del año, ni este año ha sido bueno para el lince, porque el conejo ha sufrido el rebrote de las enfermedades que lo diezman. No obstante, encontrarse en el corazón de una de las zonas de monte mediterráneo más extensa y mejor conservada en plena berrea siempre es digno de contar.

Las dos jornadas que pasamos siempre empezaron temprano cuando el sol aún no asomaba por el horizonte.



En seguida el sol comenzaba iluminando las cumbres de esta serranía, con el Santuario de la Virgen de La Cabeza en lo más alto.


Poco a poco se iluminaban los pequeños altozanos y las copas de las encinas y alcornoques que los cubren.


Con esta media luz, son los sonidos los que llenan el monte. En esta finca en concreto, los abundantes ciervos proclamaban con su berrea su masculinidad. En otras eran los gamos los que hacían lo propio, con su ronca.


(¡Encended los altavoces!)

Ya con todo este escenario iluminado, conocido como La Lancha, se podía empezar a fotografiar a muchos de sus habitantes, aunque a mucha distancia.


Área de La Lancha a plena Luz


Como dije, los más abundantes fueron los ciervos (Cervus elaphus) que además también nos encontramos junto a las pistas que surcan el Parque Natural y sus alrededores. Además de ciervos, entre los mamíferos, vimos muflones (Ovis musimon), gamos (Dama dama), jabalíes (Sus scrofa) y conejos (Oryctolagus cunniculus).

Junto a una zona recreativa, una hembra nos vigilaba a escasos metros
Sin miedo a nuestra presencia decide echarse a rumiar, eso sí, interponiéndose entre su cría ya crecida y nosotros.
Un pequeño harén de hembras esperan en un cortafuegos
Un macho las vigila de cerca
Junto a una pista, un cervatillo joven busca a su madre con la mirada
Muflón macho, con el cuello dañado que prácticamente le impedía caminar. Probablemente se debiese por una lesión producida en un combate contra otro macho.
Al día siguiente, el mismo individuo, prácticamente no se había movido y continuaba con la cabeza gacha. Las curiosas urracas se acercaron a ver qué pasaba.
Dos jabalíes se pelean tras una encina
Dos conejos, especie clave para el lince y otros depredadores

En esta zona también las grandes rapaces fueron protagonistas:


Buitre leonado (Gyps fulvus)
Buitre negro (Aegypus monachus)
Águila imperial ibérica juvenil (Aquila adalberti)

Cansados de esperar un lince que no aparecía, y sofocados por casi unos 30ºC a la sombra, decidimos movernos un poco para conocer otras zonas del parque. Junto a la presa del Jándula descubrimos otra especie de ungulado, la cabra montés (Capra pyrenaica).

Embalse del Jándula
Presa del Jándula, finalizada en 1931
Cabra montés en el cantil a escasos metros de la presa
Una de las tardes fuimos al embalse de El Encinarejo, y allí nos entretuvimos con algunos nuevos protagonistas, así como con un ciervo bañándose en barro.

Junto a la orilla, un venado se restriega en el barro
Tras su baño, se retiró a la vegetación
Un grupo de cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo) toma el sol
A orillas del Jándula, las garzas reales (Ardea cinerea) se apostaban para pescar

Desde los propios caminos y pistas también pudimos fotografiar a algunos protagonistas sin bajar del coche.

Grupo de perdices rojas (Alectoris rufa)
Un imponente toro bravo, nos miró desde el otro lado de una valla, para luego salir huyendo
Los inquietos rabilargos (Cyanopica cyanus) sólo se dejaban fotografiar desde muy lejos
Para los botánicos, la zona también tiene un alto interés, y en esta época árboles y arbustos ofrecían una abundante y colorida cosecha.

Frutos de laurel (Laurus nobilis)
Frutos de lentisco (Pistacia lentiscus)
Madroños (Arbutus unedo)

Volveremos seguramente a intentar encontrar al escaso lince, que tras casi tocar fondo parecía recuperarse, aunque este año ya han muerto por causas humanas más de 20 individuos, de una población algo menor de 400.