Volvemos a vernos sin poder salir de Madrid, pero disponemos de parque de sobra cerca de casa, así que lo llevamos bien, a ver si aprovechamos para quitar los ruedines de la niña. Esta mañana, a la que nos volvíamos nos hemos encontrado con una joya en el suelo. Se trataba de una de las mariposas más grandes y coloridas de la Península Ibérica, la mariposa del madroño o Charaxes jasius.
A pesar de que hay madroños en Madrid, no creo que se reprodujese en el parque, sino que estuviese migrando huyendo del frío |
Estas mariposas empiezan a desaparecer por esta época, pues no hibernan en estado de adulto. Como no lo sabía cuando la cogimos, y no se soltaba de mi dedo, nos la llevamos a casa a ver si se recuperaba. Parecía que sí, pues con una uva que le ofrecimos se puso a sorber sus jugos inmediatamente, pero mis libros lo confirmaron pronto. Estaba muriendo lentamente pues su ciclo de vida es así. Unas horas después ya está prácticamente inmóvil y supongo que mañana será un bonito recuerdo, pero sus huevos habrán quedado en algún madroño y el año que viene volarán otras como ella. Ya teníamos la lección aprendida, pero ésta mariposa es mucho más llamativa que las torpes polillas blancas de los gusanos de seda.