Por fin ha hecho un fin de semana soleado y hemos pasado unos días en Santorcaz, aunque no tuvimos mucho tiempo de disfrutar del campo. Y digo del campo, que no de la Naturaleza, pues a veces no hace falta salir muy lejos para disfrutar de alguno de sus espectáculos: las migraciones. Está acabando el invierno y las aves migratorias tienen que volver a sus territorios de cría, y ya que las especies más grandes necesitan más tiempo para sacar adelante a sus vástagos, tienen que moverse pronto.
El domingo cuando salía por la puerta de casa, sin saber muy bien por qué, miré al cielo, y muy lejos, sobre la torre de la iglesia, alrededor de 50 milanos negros (Milvus migrans) ganaban altura. El apellido latino de esta rapaz, ya indica que es un gran viajero, y en concreto los individuos europeos gustan de pasar el invierno en las zonas tropicales de África. Cruzan el Estrecho en grupos y después se desparraman por toda Europa.
Grupo de milanos negros a gran altura |
Con los prismáticos, y luego en casa aumentando la imagen, pude comprobar que un milano real (Milvus milvus) se había unido a ellos, como buscando compañía. Esta especie también se desplaza desde sus territorios de cría norteños, pero no llega tan al Sur, quedándose muchos de ellos a pasar el invierno en la Península Ibérica.
Milano real en el centro, más claro, con "ventanas" claras en las alas |
Justo después de comer, el inconfundible trompeteo de las grullas (Grus grus) de nuevo me hizo mirar al cielo y descubrir un enorme bando de unos 200 individuos que volaba en formación hacia el noreste. Estas grullas que en invierno se alimentan en rastrojos y dehesas de Extremadura y Castilla, previo paso a reponer fuerzas por Gallocanta y alguna otra laguna como la de El Hito, llegarán a criar al Norte de Alemania, Polonia, Rusia y los países escandinavos.
Grullas en formación |
En algún momento pararon y dieron varias vueltas para reajustar el rumbo y la altura.
Girando en círculos para reorientarse |
Y como digo, tampoco hace falta ir muy lejos para disfrutar de las aves, pues aún con el invierno sin acabar, las aves sedentarias ya proclaman a los cuatro vientos cuales son sus dominios. Ellas no saben solfeo y nosotros no hace falta que paguemos entrada para escuchar sus melodías, pero partir almendras bajo el tibio sol de finales de febrero, mientras cantan mirlos y pardillos, es una de las mejores formas que conozco de digerir una buena paella de domingo.
Poned el volumen en los vídeos, ¡que hasta la cámara de fotos captó los cantos!
Mirlo macho adulto (Turdus merula) en un ciprés |
Pardillo macho (Carduelis cannabina) cantando |