Seguimos liados, aunque ya por Santorcaz, y como hay que andar, el domingo salimos a dar un paseíllo antes de comer. La hora y el aire no facilitó las cosas con los pájaros, así que había que mirar al suelo, donde vimos un par de insectos muy interesantes, de gran tamaño y con estrategias de vida opuestas.
El primero de ellos es uno de los saltamontes más grandes que podemos encontrar con hasta 8 cm, aunque también es uno de los más difíciles de ver, pues basa su plan de vida en pasar desapercibido. ¿Lo véis?
| Acrida ungarica oculto en la vegetación |
Se trata de Acrida ungarica mediterranea, un saltamontes u ortóptero que todo él recuerda a un palo.
| En un lugar más expuesto es más fácil de percibir |
| Al individuo que encontramos le faltaba una pata, lo que dificultaba sus saltos y vuelo |
Hasta la forma de su rostro y sus antenas intentan confundirnos.
| Detalle del rostro |
El otro insecto es mucho más conocido, se trata de la aceitera (Berberomeloe majalis). En este caso se trata de un escarabajo o coleóptero con un enorme abdomen. Esta vez, el bicho no busca el camuflaje con su entorno, más bien al contrario, sus colores negro y rojo, son aposemáticos, es decir tratan de llamar la atención para advertir de algún peligro, y es que las aceiteras desprenden un líquido corrosivo y tóxico cuando se las molesta.
| Aceitera tranquilamente cruzando un camino |
Y aquí acaba la lección de esta entrada, no dio para más, pero como siempre, la Naturaleza puede ensañarnos algo, siempre que se mire qué es lo que nos rodea.
| Cúmulos sobre la cebada ya granada |
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