Esta Semana Santa hemos estado por Sevilla y teníamos tres novedades desde la última vez: un bebé de meses, una niña de 3 años y medio y una cámara nueva. Como el campo a los niños les sienta muy bien y había que estrenar la cámara, qué mejor lugar que Doñana en primavera. Y es que es difícil fallar allí, incluso cambiando pañales en observatorios de aves o intentando que no te tiemble mucho el pulso mientras con una mano aguantas a una pequeña que mira con sus prismáticos. La verdad es que la nueva cámara ayuda: 80 aumentos ópticos son muchos aumentos.
No me enrollo más y empiezo con lo que vimos en alguno de los observatorios del Arroyo de la Rocina.
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Empecé con una de las joyas de Doñana: una espátula (Platalea leucorodia) |
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De frente, enseña su curioso pico |
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Otra estrella de las marismas, un calamón (Porphyrio porphyrio) se estira a la orilla del arroyo |
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Ésta es la esencia de Doñana: diversidad a raudales, en pocos metros, ánades reales, porrones comunes, patos colorados, espátulas, calamones, moritos... |
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En vuelo muestran su elegancia
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En un momento dado un individuo joven se puso muy cerca de nosotros |
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Una gallineta (Gallinula chloropus) quiso salir en la foto junto a la joven espátula |
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Otra de las especialidades de Doñana: un morito (Plegadis falcinellus) |
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Otro morito descansando |
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A lo lejos un garceta (Egretta garzetta) se arrascaba el cuello |
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De entre los juncos salió una elegante garza imperial (Ardea purpurea) |
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Con su largo cuello llega a arrascarse a cualquier lado |
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Otra garza llegó volando, esta vez una real (Ardea cinerea) |
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Desde otro lugar también pudimos ver una garza, esta vez de cuerpo entero |
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En aguas más abiertas un grupo de porrones comunes (Aythya ferina) |
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Entre los juncos chillaba un pequeño zampullín chico (Tachybaptus ruficollis) |
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Por estar muy vistos, casi no hago caso a los pobres ánades reales (Anas platyrhinchos) |
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Tres anátidas en una foto, un ganso (Anser anser) y
porrón común nadando y un ánade real en la orilla |
Después de la Rocina comimos en El Acebuche y también nos acercamos a un observatorio.
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Merodeando por el pinar donde comimos había muchos los rabilargos (Cyanopica cyanus) |
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Inteligentes como sus primas las urracas, sus alas son destellos de color azul |
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En el pinar donde comimos, los agateadores comunes (Certhia brachydactila), subían y bajaban por los troncos |
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De camino a los observatorios, al sol una hembra de tarabilla (Saxicola torquata) |
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El macho se me puso a tiro justo en frente del primer observatorio |
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Sus idas y venidas eran con insectos en el pico |
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El observatorio no dio para mucho, nada nuevo respecto a La Rocina excepto un galápago |
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En los postes, las salamanquesas (Tarentola mauritanica) tomaban el sol. Como
era de día adoptaban colores oscuros para calentarse al sol, porque el aire era fresco |
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También a pleno sol un alcaudón común (Lanius senator) oteaba en busca de insectos |
Al final, tras mojarnos los pies en Matalascañas, nos fuimos a las marismas de El Rocío, donde acabamos una intensa jornada de campo con niños. La luz no acompañó, porque se nubló bastante, pero aún así algo vimos. Volveremos.
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Junto al paseo marismeño, una espátula removía el fango en busca de invertebrados |
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De vez en cuando se aseaba. Buscaré el origen de esa anilla que lleva en la pata |
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En El Rocío las estrellas suelen ser los flamencos (Phoenicopterus roseus) |
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Los juveniles son menos llamativos |
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En el agua y las orillas había muchas fochas (Fulica atra) |
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Patrullando por todos lados los recién llegados milanos negros (Milvus migrans) |
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