En varios lugares de La Mancha, de cuyos nombres me acuerdo perfectamente, no hace ni dos días que hemos pasado el puente San José. Luchando contra el viento y el agua hemos podido disfrutar de unos días de reposo, y cómo siempre hemos disfrutado de cultura, patrimonio, gastronomía, y cómo no, ornitología. Este es el resumen pajaril de los cuatro días.
Tras ver molinos y castillos en Consuegra, empezamos al cobijo de un observatorio de las lagunas de Alcázar de San Juan, un lugar no muy conocido pero megadiverso en aves.
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Laguna del Camino de Villafranca |
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Aguilucho lagunero macho (Circus aeroginosus) con su típico vuelo de prospección a baja altura con las patas colgantes |
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Un flamenco (Phoenicopterus roseus) a punto de tomar agua |
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Con colores más apagados un joven flamenco nos miró con el rabillo del ojo |
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Había varias malvasías (Oxyura leucocephala), los machos con su llamativo pico |
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Entre muchos otros, ánades frisos (Anas strepera) nadaban junto a zampullines cuellinegros (Podiceps nigricollis) |
Tras seguir viendo molinos en Campo de Criptana y visitar la casa de Dulcinea en El Toboso, nos alojamos en Belmonte, donde a la mañana siguiente visitamos su precioso castillo, que nos cobijó de otro chaparrón, aunque al salir de él nos ofreció algo de sol.
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Una curiosa grajilla (Corvus monedula) nos observó |
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Junto a su pareja, descansaron en una gárgola |
De Belmonte, pasando por Las Pedroñeras, fuimos a las Lagunas de Ruidera, curioso paisaje de aguas que crean sus propias presas de travertino, para desaguar unas en otras en hermosas cascadas.
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Salto de agua entre dos de las Lagunas de Ruidera |
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Una pareja de ánades reales (Anas platyrynchos) se movían entre los toboganes de agua |
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Pudimos ver un gran grupo de patos colorados (Netta rufina) |
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Muy abundantes por todas las carreteras de la zona, esta perdiz (Alectoris rufa) bebía agua en la cuneta de la carretera, después comprobamos que estaba coja, aunque aún volaba |
Aún nos dio tiempo para otro castillo, el de Peñarroya, y para disfrutar de la monumental Villanueva de Los Infantes, desde donde fuimos a dormir a Tomelloso, punto neurálgico del vino manchego, y donde hicimos acopio de quesos y vino. Al día siguiente fuimos hacia la zona de Calatrava y en el magnífico castillo de Calatrava La Nueva disfrutamos de vistas a un soberbio paisaje mediterráneo circundante.
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Castillo y Sacro Convento de Calatrava La nUeva |
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A pesar de las muchas piedras, vimos aves forestales como este carbonero común (Parus major) |
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También entre los agujeros del castillo vimos a varios herrerrillos comunes (Cyanistes caeruleus) |
Después de comer y pasear un rato, nos dirigimos a Almagro, donde entre sus monumentales edificios también prosperan aves dignas de fotografiar. Con duelos y quebrantos, pisto, alfonsinos y pan de Calatrava dimos por finalizado el día.
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Pareja de cernícalos primilla (Falco naumanni) el macho más colorido, durmiendo |
El último día, pensando que en cualquier momento nos caería un diluvio, nos fuimos a las Tablas de Daimiel, que rebosantes de agua, mostraban el potencial que puede dar este maltratado Parque Nacional. Desde las pasarelas me alegré por oír varios avetoros, pero me llevé la decepción de no poder ver ni uno, como en mis últimos 35 años...
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Tablas de Daimiel |
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Un grupo de flamencos sobrevuela las tablas |
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Las más abundantes fueron las fochas comunes (Fulica atra) |
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Una garceta común (Egretta garzetta), buscaba alimento junto a los caminos |
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Aunque lejos, pudimos ver también varios somormujos lavancos (Podiceps cristatus) |
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El último pajarillo que fotografiamos en las tablas fue un bonito jilguero (Carduelis carduelis) |
Y pensando que con un jilguero acabaría nuestro viaje ornitológico por La Mancha, a las riendas de mi Rocinante divisé una rapaz de color pardo en un poste sobre un viñedo, y señalando indiqué lo obvio: un ratonero. Al llegar más próximo a él, algo me hizo dudar y un antifaz me hizo gritar: ¡águila pescadora!, a lo que mi fiel escudera, como una Sancho Panza, aún sin panza, me dijo que si no sería que tenía visiones, pues estábamos en La Mancha y que los muchos libros de bichos me habían llenado de pájaros la cabeza. Paré al borde de un camino, dimos la vuelta y en el escondite del coche, pude fotografiar a una magnífica águila pescadora (Pandion haliaetus), que demostró que aún puedo seguir leyendo libros, pues aún me caben más pájaros en la cabeza.
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Águila pescadora, con su inconfudible antifaz pardo |
Vale.
Una gran entrada para una buena salida.
ResponderEliminarUn saludo.