martes, 29 de marzo de 2016

GATO MONTÉS, ÁGUILA PESCADORA, AMPLEXO DE SAPOS, Y MÁS...

Hay que ir al campo siempre que se pueda, siempre que haya tiempo, porque por mucho que uno crea conocer un territorio, los seres vivos, son libres y siempre están dispuestos a recompensarnos con nuevos y curiosos avistamientos. Da igual lo que digan las guías y los expertos, su libertad los saca de la norma. Esta Semana Santa la hemos pasado en Santorcaz y casi todos los días he salido al campo, unas veces con mis chicas y una vez con unos nuevos, pero ya grandes amigos del grupo TAGONIUS, al que pertenezco desde hace poco. Da igual ir de parloteo con Lucía y empujando un carrito de bebé o ir con dos expertos naturalistas, en ambos casos me llevé gratas sorpresas que sin más preámbulos empiezo a relatar.

El sábado, el proyecto HOSPEDA del grupo TAGONIUS aterrizó en Santorcaz con la colocación de dos cajas nido para cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), o cualquier otra ave que se anime a utilizarlas (búho chico, autillo, mochuelo, etc.).  Pasamos un rato agradable de bricolaje y trabajo en altura, mientras nos sobrevolaban milanos, cernícalos, ratoneros y aguiluchos laguneros. Después de despedirnos, cuando estaba a punto de entrar en casa, me llamaron al móvil: que me esperase, que venían a buscarme para intentar fotografiar a un gato montés (Felis silvestris) que vieron desde el coche. No tenía yo esperanzas en verlo después de 2 minutos, pero ahí estaba un fabuloso macho a la caza de roedores a plena luz del día y no muy lejos de la carretera. Era la primera vez que fotografiaba uno, y encima en mi pueblo.

Gato montés de caza en el rastrojo
Mirando fijamente a la cámara
Sentado casi pasa desapercibido entre la hierba seca
Antes de desaparecer en la vegetación nos enseñó su gruesa cola rematada de negro
y la "suela" de sus patas, también de negro
Como dije, ese día hicimos más cosas y vimos varias rapaces, y para dejar constancia, ahí van algunas fotos. Esperemos que pronto sean ocupadas estas cajas y podamos hacer un seguimiento de sus moradores.

Caja recién instalada lista para ser ocupada 
Un cernícalo ya se animó a inspeccionar su posible nuevo alojamiento
Milano negro (Milvus migrans)
Milano real (Milvus milvus) comiendo algo en el aire
Incluso con la cola desplegada se aprecia su fuerte escotadura,
mayor que la del milano negro
Otra sorpresa, de la semana, fue el jueves, que nos animamos a pasear con la pequeña. La tarde era un poco sosa pero ya al atardecer apareció una rapaz con un vuelo raro para lo que acostumbro a ver por Santorcaz. Finalmente se posó en lo alto de un tendido de alta tensión y mis ojos no daban crédito: un águila pescadora (Pandion haliaetus). Obviamente se trataba de un ejemplar en paso, probablemente de vuelta desde África hacia el Norte de Europa. Como nuestro camino seguía al tendido fuimos levantando al animal, que se iba desplazando de un apoyo al siguiente, hasta que regresamos a casa.

Águila pescadora con su vientre completamente blanco y partes superiores oscuras
En el siguiente poste, con algomás de luz y de perfil se aprecia su antifaz negro
El domingo, en otro de nuestros paseos en familia me entretuve fotografiando el amplexo de hasta tres parejas de sapo común (Bufo bufo), una de las cuales ya había empezado a poner sus hileras de huevos. Esperemos que la primavera sea algo húmeda y permita a los renacuajos completar su ciclo vital.

Los sapos machos son más pequeños, pero ambos sexos comparten
 un curioso color naranja en los ojos
Los huevos de sapo son cordones enredados entre la vegetación
Y aunque eso fue lo más significativo de la semana, como digo, algún paseo dimos más y algún rato he pasado en el jardín cámara en mano, lo que siempre hace que algún pajarillo se ponga a tiro, y que no por ser más comunes, no tengan los mismos méritos para aparecer en este blog.

Carbonero garrapinos (Parus ater) en la acacia del jardín de al lado de casa
Inclinado, otro individuo muestra su característico diseño facial
En las paredes de mi jardín buscando ¿nido o insectos?
En la misma acacia un jilguero (Carduelis carduelis)
De nuevo en la misma acacia un mosquitero común (Phylloscopus collybita)
Detalle del mosquitero
Pareja de pardillos (Carduelis cannabina) el macho con el pecho ya con el plumaje de celo
Otro pardillo macho, esta vez de espaldas y con la luz del atardecer
Estornino negro (Sturnus unicolor) en una antena 
Lavandera blanca (Motacilla alba)
Atardecer desde el camino de Pioz

lunes, 7 de marzo de 2016

CÓPULA DE RATONEROS Y ATAQUE DE GAVILÁN A AZOR

Parecía que el domingo no iba a ser un buen día para ir al campo, pero al levantar la persiana y ver el sol radiante que había, confirmé que mi ausencia en casa durante un par de horas no supondría problema, desayuné, me abrigué y al campo que fui.
No había dado veinte pasos, cuando en uno de los árboles frente a mi casa un carbonero garrapinos (Parus ater) se entretenía picoteando algo entre un mar de flores de almendro. Ya en casa, en el ordenador, he podido comprobar que se debía tratar de un piñón de un cedro, porque de ése árbol iba y venía el pajarillo. Como si de un ave de presa se tratara, el minúsculo pajarillo sujetaba el piñón con sus garras contra la rama en la que estaba posado. Un primo mayor, carbonero común (Parus major) observaba atento, este curioso comportamiento.

Carbonero garrapinos picoteando un piñón que tiene agarrado entre sus garras
Los colores del garrapinos son apagados aunque destacan
 las mejillas blancas frente a la garganta y caperuza negra
Más grande y con el cuerpo mucho más colorido, 
los carboneros comunes son fácilmente diferenciables
Ya en pleno campo, con un frío aún intenso, un avistamiento fugaz me recordó que pronto el calor será mayor, pues pude ver a mi primera abubilla (Upupa epops) del año. Poco después el canto de dos de ellas me resultó aún más extraño, pues la costumbre, me dice que oír ese canto implica prácticamente ir en mangas de camisa.


Abubilla entre las ramas aún sin hojas de un olmo
Y después llegó el festival de las rapaces. Hace menos de un mes, compañeros expertos del grupo TAGONIUS, nos desvelaban muchos de sus secretos en un interesante curso. A lo largo de la mañana pude disfrutar de varias lecciones prácticas de la vida de estas interesantes aves.

La primera lección es que los pequeños muchas veces le echan narices y son capaces de acosar a los más grandotes, y es que un gavilán (Accipiter nisus) perseguía a su réplica de mayor tamaño: el azor (Accipiter gentilis). Yo creo que éste debió notar en su cola algún tirón de aquél.

Muy ágil, el gavilán se acercó hasta tocar al azor, que es más grande
Al final se impuso la fuerza y el azor siguió cicleando varias veces para demostrar quién mandaba allí. Ahora pueden verse en este tipo de vuelo, pues estarán en celo, pero lo normal es que aguarden ocultos en las pocas zonas con arbolado que quedan.

Alas cortas con "antebrazos" anchos y cola larga son características del azor
También destacan las partes inferiores claras. En esta foto,
 la larga cola algo extendida, mostró que faltaban las rectrices centrales
Visto por la popa los azores destacan por sus "mechones" blancos sobre las patas
Cuando desapareció el azor y ya empezaba a continuar mi marcha, apareció una pareja de ratoneros (Buteo buteo) volando muy juntos. Pero en seguida, me sorprendió un fuerte picado. Al rato apareció un tercer ratonero, esta vez juvenil al que seguramente levantaron de su posadero. Supongo que la pareja que observé la semana pasada había detectado en su territorio de cría a ese jovenzuelo al que querían expulsar. Puede que incluso fuese una cría de la temporada pasada pues la sangre no llegó al río.

Una pareja de azores acosan a un tercero
Pese a algún picado espectacular, no llegó a haber contactos
Salvo opinión más experta, éste es el ratonero más joven, pues todas sus plumas están enteras y nuevas y no tiene el extremo de las alas con una banda oscura
Continué mi marcha viendo de vez en cuando al azor y a los ratoneros y un buen rato después, a lo lejos vi como uno de los ratoneros se posaba en una torre de telecomunicaciones, adoptando una postura como inclinada. Al instante apareció el otro, y ante mis ojos se pusieron a copular. Entre que estaban lejos y hacía mucho frío y aire, la imagen no es estable, pero el documento es interesante. Pronto llegarán las puestas.

La hembra de ratonero inclina el cuerpo hacia adelante...
...y el macho se prepara para aterrizar sobre ella.

Ya de vuelta, algún pajarillo también quiso aparecer en la crónica de ayer. Un grupo de gorriones morunos (Passer hispaniolensis) demostraron el imparable crecimiento de esta especie, que hace unos años no existía en esta zona. Dispersión natural, cambio climático o ambos motivos estarán detrás de su expansión.

Macho de gorrión moruno con sus mejillas claras,
 parte superior de la cabeza rojiza y pecho muy marcado de negro
El mismo macho junto a otro y una hembra
Y en las zonas palustres, los buitrones (Cisticola juncidis) se desgañitaban marcando su territorio. Estaban poco voladores como es habitual en ellos, debe ser que el fuerte viento los empujaba a cantar desde el refugio de un posadero elevado, pero es que pesando en torno a 10 gr no debe ser fácil luchar contra el viento.

Pequeño buitrón cantando

Para acabar apareció uno de los dueños de estas zonas palustres: un aguilucho lagunero hembra (Circus aeroginosus), que ya ha vuelto a sus dominios después de un invierno en el que habrá vagabundeado por zonas húmedas de mayor calado. Es una satisfacción verlos regresar cada año a las raquíticas zonas húmedas de Santorcaz. Eso también es amor al terruño o más científicamente filopatría.

Aguilucho lagunero con sus alas largas y estrechas. Las hembras como ésta, tienen un color oscuro, con hombros garganta y parte superior de la cabeza más claras
Aún hubo tiempo para volver a casa y pasear por un camino con las chicas de la casa, pero los pájaros, esta vez no aparecieron.