martes, 14 de mayo de 2013

NOCTUA Y PRIMEROS CALORES


NOCTUA

Este viernes ha tocado realizar la segunda visita de la temporada del programa de seguimiento NOCTUA (aquí cuento en qué consiste y cómo fue la primera visita). Esta vez la sensación no ha sido tan fría como en enero, pero al igual que la vez anterior, la estación de escucha situada entre Chiloeches y Los Santos de La Humosa, nos ha deparado un espléndido anochecer, en el que el sol sólo encontró un resquicio entre las nubes y el horizonte para iluminar de un intenso dorado el glacis (forma geomorfológica) entre Alcalá y Guadalajara.


Puesto que el sol ya se encontraba tan bajo, fue capaz de iluminar finas cortinas de lluvia, que por un momento creó un efecto óptico parecido a una aurora boreal como la que una vez observé en Islandia, aunque en ese caso el color era verde.


En cuanto el objetivo de la visita, no se dio mal, y entre las cinco estaciones de escucha situadas en Los Santos de La Humosa, Pozo de Guadalajara, Valdarachas y Santorcaz, pudimos escuchar mochuelos, autillos y chotacabras gris y pardo. La convivencia entre las dos especies de chotacabras, es una muestra más, de que nos encontramos en una zona de transición entre ambientes secos y otros, algo más húmedos. Estos chotacabras, son fuente de mitos y leyendas y se les atribuye la capacidad de mamar de las ubres del ganado, pero lo único que les atrae de estos animales es la multitud de insectos que los acompañan. Sólo salen de noche y verlos durante el día es cuestión de suerte pues su camuflaje perfecto hace que no se levanten hasta que casi se los pisa… o en el peor de los casos se los atropella. El nombre que se les da en Santorcaz, es el de gallina ciega.

Chotacabras pardo (Caprimulgus rufficollis) fotografiado el verano pasado

Camino de Pioz


A la mañana siguiente, con un espléndido y algo hiriente sol, nos fuimos a Pioz, yendo por el camino antiguo y volviendo por el nuevo. Miles de pequeños soles despuntaban en los pastos y yermos reflejando al que nos quemaba la piel.



A pesar del calor pudimos disfrutar de algunas aves, como lo gorriones chillones o duresas, como se les conoce en la zona (Petronia petronia) que viven entre las centenarias piedras del castillo de Pioz. Allí comparten territorio con palomas, vencejos y algún cernícalo.

Gorrión chillón o duresa en el que se destaca una marcada ceja

La vuelta bordeando el vallado de la Estación Transmisora de La Marina, nos permitía disfrutar de los confiados trigueros (Emberiza calandra), que cada 200 o 300 m. proclamaban que esos cultivos y pastos eran de su propiedad.

Triguero, pájaro sencillo y confiado que gusta de espacios abiertos

Una sorpresa llegó a casi las dos de la tarde cuando un corzo (Capreolus capreolus) pastaba tranquilamente al otro lado de la valla. Es una paradoja que los vallados den seguridad a muchos animales, que alejados de la presencia humana, adoptan un comportamiento mucho más tranquilo. Mal nos debemos comportar los humanos cuando es necesario un doble valla con alambre de espino para poder disfrutar así de algunos animales.


Al final, un pequeño grupo de ciclistas lo asustó y lo hizo huir.


La segunda sorpresa llegó poco después, cuando una de esas veces que tanto miro al suelo, me deparó una nueva especie de orquídea que nunca antes había visto en Santorcaz. Su nombre latino: orquídea mariposa, no viene sino a corroborar la espectacularidad de sus flores.

Anacamptis (Orchis) papilionacea

Hontanilla y Cerro de La Elvira


El domingo también sacamos algo de tiempo para dar un corto paseo en buena compañía, y como ya hacía calor y era tarde, sólo algunas rapaces nos entretuvieron aprovechando el aire cálido y ligero para buscar comida. Pudimos ver ratoneros, buitres, un aguilucho lagunero y un águila calzada.

Águila calzada (Hieraaetus pennatus)

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