lunes, 30 de septiembre de 2013

PERDICES, REALES, RUINAS


Tras unos días sin publicar nada, entre otras cosas, por la visita relámpago que tuvimos que hacer a un nuevo miembro de la familia, volvemos este otoñal fin de semana a contar cosas de Santorcaz, así que esta entrada va para Ramón, ya la leerá cuando tenga unos añitos más... También va dedicada a Lucía, que no encontró manera mejor de celebrar la víspera de nuestro aniversario de boda, que poniéndose chubasquero, botas y paraguas para dar un paseo conmigo a pesar de la amenaza de lluvia.

No sé si será casualidad pero la primera foto que pude hacer, antes de salir del pueblo, fue esta pareja de tortolitas (Streptopelia decaocto).

Pareja de tórtolas turcas compartiendo posadero y miradas
Como el cielo no estaba muy cerrado nos atrevimos a pasear, confiando en salir secos de la aventura.

 


A nuestro paso levantamos un bando de unas 20 perdices rojas (Alectoris rufa) que prefirieron apeonar por el rastrojo antes que levantar el vuelo.

Bando de perdices en un rastrojo

Perdices a la carrera
Se nota que el otoño ya ha llegado, pues los majuelos o espinos (Crataegus monogyna) estaban plagados de tapaculos.


En los majanos aún pueden verse bultos que sobresalen, que no son otra cosa que mochuelos (Athene noctua), cada vez más escasos.

Mochuelo sobre un majano, donde probablemente anide entre las piedras

El olor a humedad ya era evidente, y parecía que los conejos (Oryctolagus cuniculus) salían a ver si la promesa de agua traía las hierbas frescas que reemplacen la broza seca del verano. La verdad es que fue un buen día de conejos, más de 10 en menos de dos horas de paseo.
Conejo adulto
Finalmente las lluvias que veíamos pasar por el horizonte nos alcanzaron, y tuvimos que apretar el paso para llegar a casa.


El domingo por la mañana, hicimos una corta parada técnica antes de volver a la ciudad, y es que quería volver a ver unos restos arqueológicos aparecidos en unas obras de canalización de agua en Santorcaz. Hace unas semanas me llamaron la atención unas piedras, y tras consultar con personal del Museo Arqueológico Regional, me confirmaron que efectivamente conocían su existencia, ya que han supervisado la ejecución de dichas obras. Parece ser que han aparecido restos tardorromanos de los Ss. IV-V y medievales de los Ss. XII-XIV.  Agradecerles de nuevo su trabajo y su rapidez en contestar a mi consulta. Una vez más se demuestra la importancia histórica de Santorcaz.



Como ese día salió algo el sol, algunos insectos y mariposas se pudieron ver.

Oedipoda caerulescens o saltamontes de alas azules

Pararge aegeria o mariposa de los muros tomando el sol
Pero lo que realmente hizo especial ese rato, fue la aparición de un águila real adulta (Aquila crhysaetos). Si en la entrada anterior comentábamos la presencia de dos jóvenes, esta vez ha sido un gran adulto el que nos sobrevoló. El color completamente oscuro de las partes inferiores, muestra que su edad supera seguramente los 5 ó 6 años de edad.

Águila real adulta: muy oscura, grande con cola larga en
abanico y "manos" del ala más anchas que el hombro

No me gusta terminar con mal sabor de boca, pero sirva esta foto para denunciar el lamentable estado en que se encuentran "nuestros pinos" ¿tanto cuesta llevarnos de vuelta a casa la basura que generemos allí?


miércoles, 18 de septiembre de 2013

MÁS PAPAMOSCAS, ÁGUILAS REALES, ZORROS

Aunque Santorcaz ha estado de fiestas estos días, he podido encontrar algún rato para hacer un par de escapadas al campo. En este caso, además de practicar la “caza” fotográfica al salto, he realizado algunas esperas escondido bajo una red de camuflaje, lo que me ha permitido acercamientos notables a algunas aves.

Siguiendo con el tema de la anterior entrada, los papamoscas siguen por doquier, pero esta vez, no sólo he podido fotografiar papamoscas cerrojillos (Ficedula hypoleuca), sino que a ellos se han unido los papamoscas grises (Muscicapa striata). Estos últimos son más parduzcos que los primeros y tienen el pecho estriado, aunque en este tiempo preotoñal, también los cerrojillos son bastante pardos. La costumbre de ambos de posarse en perchas elevadas para capturar insectos al vuelo, hace que sean excelentes modelos fotográficos.

Empezamos con los papamoscas cerrojillos: 

Papamoscas cerrojillo, se observan alas negras
 con un pequeño panel blanco 

Papamoscas cerrojillo, el pecho es de color claro uniforme
Y los comparamos con los papamoscas grises:

Papamoscas gris, se observan ligeras listas parduzcas en el pecho

Papamoscas gris despegando

Papamoscas gris acechando a sus presas, las alas no son tan
contrastadas como en los papamoscas cerrojillos

Posiblemente este papamoscas gris vio salir la luna tras él
y decidió buscar un sitio en que pasar la noche

Uno de los días, me escondí cerca de una fuente, a la que acudían a beber algunos pájaros comunes, y más coloreados que los papamoscas. Acudieron pinzones (Fringilla coelebs), jilgueros (Carduelis carduelis) y, los que más, verderones (Carduelis chloris), que debían estar de paso, pues pude contar alrededor de cien.

Jilguero joven, se puede ver el amarillo en las alas

Jilguero adulto con la máscara roja y colores más limpios

Pinzón vulgar

Pinzón vulgar

Verderón común

Verderones con distinto color, posiblemente mudando.

Verderón joven con el plumaje estriado y grisáceo

Como casi siempre, madrugar aumenta las posibilidades de avistar mamíferos, y aunque muchos los denigren, yo a los zorros (Vulpes vulpes) los sigo encontrando unos animales bellos e interesantes. Los cazadores les achacan el descenso de conejos y perdices, y otros males peores, pero si hay depredadores, es que sigue habiendo presas, además, siempre ha habido zorros y el declive de sus presas está en otras causas.

Zorro en busca de presas con el hocico bajo

Alguna vez, el zorro paraba, en busca de posibles peligros

En esas madrugadas, como siempre las mariposas aguardaban pacientes la salida del sol para calentar motores.

Licénido sin identificar

Blanquiverdosa (Pontia daplidice)

De todos modos no siempre fue necesario madrugar para tener suerte. Una tarde, desde casa, escuché “graznidos” de águila, y allí estaban, un poco altas, pero dos águilas reales (Aquila chrysaetos) se llamaban y jugaban juntas. Una corta carrera a por los prismáticos y la cámara, me permitió descubrir que se trataba de dos águilas jóvenes, da gusto comprobar que siguen saliendo adelante águilas por los alrededores de Santorcaz.

Águilas reales jóvenes reconocibles por las manchas claras de las
alas, al igual que la base de la cola

Para terminar acabo con algunas fotos que hice cuando iba al campo o ya volvía para casa: nubes, cielo y satélites también merecen un hueco.

Cirros, nubes altas

Anochecer, sobre los cerros frente a Anchuelo

Hace casi un año, esto era lo que vi en Amboseli (Kenya),
pero no, esto son cerros de Anchuelo

Nubes aplastadas por vientos en altura al anochecer

Luna casi llena

lunes, 9 de septiembre de 2013

PAPAMOSCAS CERROJILLO, EL VIAJERO TRANQUILO

El final del verano y el principio del otoño es una época de trasiego para muchas aves. Unas vienen del norte para invernar aquí, otras se van aún más al sur, muchas realizan cortos desplazamientos a zonas de menor altitud, etc. También las estrategias de viaje varían, mientras unas especies se hacen cientos y miles de kilómetros con las paradas estrictamente necesarias, otras van descendiendo hacia el sur lentamente. Entre estos viajeros tranquilos, destaca el papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca), un pequeño pajarillo que cría en bosques de centro Europa y montañas ibéricas.

Pues bien, desde mediados de agosto hasta dentro de unas semanas es uno de los pájaros más abundantes por doquier, incluso en los parques urbanos. Aunque durante la época reproductora los machos lucen colores muy contrastados, blancos y negros, ciertamente ahora son más parduzcos. Aun así, hay varias características que permiten una fácil identificación. En primer lugar, son bastante confiados, y si se asustan, se posan a varios metros de distancia, y en segundo lugar, tienen un tic característico: levantan compulsivamente un ala cuando están posados. De hecho tienen las alas como colgantes y parece como si de vez en cuando las quisiesen levantar.

Este fin de semana en Santorcaz, están por doquier, incluso en la zona de cultivos donde apenas queda vegetación natural. Hemos podido ver otros migradores como collalbas grises y tarabillas norteñas, pero la valentía y confianza de los papamoscas han sido las que me han permitido fotografiarlos.


Papamoscas cerrojillo sobre un cardo

El mismo ejemplar visto desde atrás

Otro ejemplar de papamoscas cerrojillo

En uno de los paseos, ya en Pezuela de Las Torres, atravesamos un antiguo campo de cultivo de espliegos o cantuesos. Es difícil describir en un blog la sensación del aroma que desprende una zona así al andar entre ellos.


En sus inmediaciones, había multitud de insectos, y aunque ya hubiesen perdido casi toda la flor, otras plantas que aún las mantenían, ofrecían su néctar a algunas mariposas.

Hyponephele lupina o lobito anillado con las alas muy deterioradas

Lysandra bellargus macho o niña celeste
Y claro, donde se concentran las presas, ahí aparecen los depredadores, como esta amenazadora mantis religiosa que tenía sus pinzas listas para atrapar algún insecto.

Mantis religiosa hembra o santateresa






martes, 3 de septiembre de 2013

OJOS DE MOCHUELO Y OCELOS DE MARIPOSA

Un círculo negro, rodeado de otro más claro, y que incluso tiene un pequeño brillo en el centro, es casi siempre un ojo que mira. La pasada mañana del domingo, en Santorcaz, uno de los primeros pájaros que vi fue un mochuelo (Athene noctua) que llegaba asustado por los tiros de los cazadores. Se posó en una noguera y, nervioso, me miraba a mí y hacia los lados para ubicar otros posibles peligros. Me dio tiempo a sacar la cámara y hacer alguna foto, como la de abajo, en la que sus limpios ojos y su expresión nos muestran el terror que producimos los humanos en muchos animales.

Mochuelo clavando sus ojos en mi. 
La mañana fue bastante fresca y algunas mariposas necesitaban calentar motores para poder volar. Esta pandora (Argynnis pandora) extendió sus enormes alas perpendicularmente a los rayos del sol, y permitió mi acercamiento, pues no quería malgastar sus pocas fuerzas si no era estrictamente necesario.

Pandora ¿hembra? al sol.
Además del fresco, también se notaba que el verano está acabando por la mayor presencia de aves en grupos mixtos, muchos jóvenes y en la llegada de los primeros migrantes que se dirigen al sur. 

Entre los jóvenes, los alcaudones comunes (Lanius senator) ya practican las técnicas de caza de sus mayores: otear desde un lugar elevado para caer sobre los insectos.

Alcaudón común joven del año
Los piquituertos (Loxia curvirostra) buscan también lugares elevados para descansar. Su pico retorcido los delata incluso a contraluz.

Piquituerto común joven en el que se aprecia su pico curvado para extraer piñones

Los pinzones jóvenes (Fringilla coelebs) lucen colores apagados para no llamar la atención de los depredadores.

Pinzón vulgar
Los abejarucos (Merops apiaster) descansaban en grupos, sobretodo de jóvenes, aunque también se observan aún adultos con los colores más vivos (ejemplares de la derecha).

Grupo de abejarucos

Entre los viajeros de final del verano, el único  que pude fotografiar fue este mosquitero musical (Phylloscopus trochilus), a pesar de ver papamoscas cerrojillos, colirrojos reales o currucas zarceras.

Añadir leyenda
Volviendo al comentario del comienzo, la evolución ha dotado de falsos ojos u ocelos a algunas especies para despistar o asustar a sus depredadores o presas. Algunas mariposas, como esta festón blanco (Pseudtergumia fidia), son capaces de adoptar varias formas en función de su estado de ánimo. Cuando está asustada, cubre las alas anteriores con las posteriores, tomando un color uniforme de camuflaje.


Festón blanco en estado de alerta con los ocelos ocultos
Cuando se relaja, o en vuelo, se pueden ver perfectamente los ocelos, con lo que cualquier posible depredador quedará espantado por esos grandes ojos que le miran fijamente. Es curioso observar, como la mariposa cambia rápidamente de una postura a otra, yo creo que sabe que unos ojos tan pequeños no son capaces de asustar a un humano, y en cuanto te acercas, los oculta, confundiéndose con el entorno. Sería interesante comprobar si, al revés, cuando se acerque por ejemplo una lagartija, reacciona levantando el ala y mostrando los amenazadores ojos. Estaré atento  por si observo ese comportamiento.

Festón blanco con los ocelos desplegados
Cuando estaba tirado en el suelo fotografiando a las mariposas, se acercó esta mosca cernícalo disfrazada de avispa para libar el néctar de las flores de las correhuelas.

Mosca cernícalo a punto de aterrizar