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miércoles, 27 de marzo de 2024

MARIPOSAS, MILANOS EN PASO, PRIMER ÁGUILA CALZADA Y AGUILUCHOS LAGUNEROS

El pasado fin de semana hizo un tiempo inusualmente cálido, antes de la vuelta al crudo invierno... el tiempo en primavera es cambiante y con el cambio climático se ha exacerbado esa variabilidad mucho más. Pero bueno, el caso es que aprovechamos esos últimos días de buen tiempo y volvimos a salir toda la familia, tanto el sábado como el domingo. Es complicado hacer fotos a aves con una mochila con la niña a la espalda y los otros dos pidiendo prismáticos o identificación de qué es lo que veo, pero algo se puede hacer mientras se da una clase de ciencias.

El sábado por la tarde tocó ir por la senda de el Carrascal hasta la fuente sobre los pinos de Anchuelo, lo primero que vimos fueron los vuelos nupciales de algunas mariposas no muy comunes, seguimos viendo puestas de sapo como la semana anterior y algunos pájaros.

Una hembra de bandera española (Anthocharis belia) casi camuflada en un jaramago

Parece que será un buen año para los sapos pues las lluvias están permitiendo su reproducción 

En algunos charcos hay miles de renacuajos

En las zonas más húmedas del Carrascal crían algunos petirrojos (Erithacus rubecula)

En las laderas más secas, hay escribanos montesinos (Emberiza cia)

La calima era tan espesa que se podía mirar y fotografiar el sol directamente

El domingo fuimos por los pinos de Santorcaz y el Arroyo de la Dehesa y lo que más nos entretuvieron fueron las muchas rapaces que pudimos ver. 

Pronto aparecieron algunos milanos reales (Milvus milvus)

Luego aparecieron más milanos...

... y muchos más aún

Los aguiluchos laguneros (Circus aeroginosus) que anidan en la zona estaban nerviosos con tanto milano

Entre tanta rapaz una volaba diferente y resultó ser un águila calzada (Hieraaetus pennatus) la primera del año

Esta es una Lasiommata megera que con tantos ocelos debe ser el terror de algunos pequeños depredadores

miércoles, 20 de marzo de 2024

UN SAPO CORREDOR Y MUCHAS RAPACES

Hacía muchas semanas que por falta de tiempo o mal tiempo no salíamos todos al campo y este sábado lo hemos conseguido, incluida la más pequeña, que estrenó la mochila grande de porteo. El día fue soleado y agradable y muy abundantes las aves rapaces que siempre son fáciles de ver por los niños aún sin prismáticos. Además, como ha llovido bastante este invierno los arroyos iban cargados, vimos huevos y renacuajos de sapo e incluso un adulto hizo las delicias de los pequeños. Sé que no se deben manipular estos animales por su delicada situación frente a enfermedades de la piel pero los niños no se resistieron.

Siempre me han llamado la atención los ojos de los sapos,
los de los sapos corredores (Bufo calamita) son verdes y preciosos

No, los sapos no escupen ni lanzan veneno, sólo saben inflarse para parecer más grandes y segregar veneno por las glándulas y verrugas de su piel, veneno que no hace nada si luego te lavas las manos.

Las primeras rapaces que vimos fue una pareja de aguiluchos laguneros (Circus aeroginosus) en vuelo nupcial, éste es el macho

Luego no dejaron de pasar decenas de buitres leonados (Gyps fulvus)...

... y algún buitre negro también (Aegypus monachus)

También estaban or la zona muchos milanos reales (Milvus milvus)

Éste nos sobrevoló bastante cerca y llevaba algo en las garras


Los aguiluchos se sintieron amenazado su territorio y empezaron a escoltar a los milanos. Aquí un milano real cogiendo altura para escapar del aguilucho

Pocos pájaros se dejaron fotografiar, como este macho de tarabilla común (Saxicola rubicola)

martes, 16 de febrero de 2021

SAPO CORREDOR, BISBITAS Y GRULLAS

Después de varias borrascas y tareas varias, por fin hemos podido disfrutar del buen tiempo en Santorcaz. El sábado dimos un paseo por un camino y para despertar el interés de los niños, empecé a levantar piedras, ya que siempre hay cosas interesantes bajo ellas: hormigueros, lombrices, cochinillas y todo tipo de bichos. Tuvimos suerte y nos tocó uno de los premios gordos, un sapo corredor (Bufo calamita) que no se ven todos los días.  

Los niños aprendieron cómo es un sapo, y que son inofensivos salvo que aprietes sus verrugas que contienen veneno

Desde casa, puede ver un grupito de tres buitres negros (Gyps fulvus)

Por la tarde vimos un gran grupo de grullas (Grus grus), se ve que se acaba el invierno


El domingo, para celebrar San Valentín, me regalaron un vale por dos horas de pajareo, así que aprovechando que se acaba el plazo para hacer el seguimiento de aves comunes invernantes SACIN, promovida por SEO/BirdLife.

Ya en el recorrido, unos bisbitas comunes (Anthur pratensis) se me pusieron a tiro, para ellos todavía es invierno y siguen por aquí

Antes de salir del pueblo, se me puso a tiro un carbonero (Parus major) en un posadero poco habitual

Al sol, una cogujada montesina (Galerida theklae)

En un charco de poco más de cuatro dedos de profundidad,
 vi varias puestas sapo corredor

Ya agotado el vale, dimos un paseo todos juntos y después de dar un poco de hierba  a unos burros y ponys, vimos una pareja de pardillos comunes (Linaria cannabina) en el Olmo de la Guindalera. 

El macho a la izquierda y la hembra a la derecha

domingo, 26 de marzo de 2017

UN CUENTO

Este fin de semana no hemos salido al campo, pero vengo a compartir un relato corto con el que participé en el I Certamen de Narrativa del Parque Nacional de Guadarrama. Es la primera vez que escribo un relato como tal, lo aderezo con algunas fotografías, espero que os guste:

ERA POSIBLE

No es posible. Y lo que no es posible, es imposible. Llevaba lo necesario para conseguirlo y estaba en el lugar adecuado. Había llegado hasta donde los árboles no consiguen crecer y ante sí tenía kilómetros de las mejores vistas posibles. Pero, ¡cómo lograrlo!

Para empezar, llevaba en sus piernas varias horas de duro ascenso y allí arriba el aire era más puro que en cualquier otro lugar de los alrededores, por lo que era una invitación a tomarse un respiro. Además, la luz era más intensa de a lo que estaba habituado, y es que aunque se trate de una montaña modesta, en todas ellas, siempre se está un poco más cerca del cielo. Esa luz, se multiplicaba en millones de destellos amarillos, porque los piornos en flor lo inundaban todo, derramándose por las laderas hasta donde los pinos volvían a dominar. La luz, hizo entrecerrar sus ojos y el cansancio hizo que buscase un lugar donde reposar.
Pechiazul (Luscinia svecia) sobre un piorno en flor
No era, ni mucho menos, un sillón de orejas, pero la erosión había tallado ese afloramiento de gneises de una forma más o menos ergonómica, así que se recostó a respirar ese aire y a disfrutar de ese paisaje que casi le hería las pupilas. Sabía de la antigüedad de esas rocas, de su historia geológica, una de las más dilatadas de las que podemos encontrar en Iberia. Por otra parte, su ojo experto, era capaz de identificar otros rasgos geológicos mucho más recientes, aunque no menos interesantes: donde parecía que sólo había montones de piedras y ondulaciones distribuidas al azar, podía distinguir morrenas, bloques erráticos y el perímetro del circo glaciar que, cubierto por toneladas de hielo, ocupó el espacio no hace tantos miles de años. Pero no, ese enorme lapso de tiempo tampoco era suficiente para hacer volar su imaginación y proporcionarle lo que buscaba.

Circo de Peñalara con morrenas al fondo y bloques sueltos
Casi no había reparado en ello, pero así, más cómodo y recuperado el aliento, percibió el rumor del agua corriendo por los regatos. Aún quedaba algo de nieve allá arriba, así que esa agua impetuosa también le hizo ser consciente del largo viaje que tenía por delante. Sería domesticada, saciaría la sed de muchos y en su camino hasta el Atlántico bañaría las riberas de otros parques nacionales y naturales. Pero no toda el agua llevaba prisa, y aquí y allá se desparramaba y tranquilizaba, aunque sólo fuera por unos instantes. Pero ni la disyuntiva entre la prisa y la pausa le evocaban mucho más.

Laberinto de agua
En aquel momento, se escuchó. Por encima del rumor del agua, se oyó un sapo croar. Entonces recordó los grandes esfuerzos hechos para proteger a esos pequeños seres que se arrastran entre la tierra y el agua. Sabía de la enorme diversidad e importancia de sus poblaciones en la zona, amenazadas por infecciones, el dichoso cambio climático, la introducción de especies alóctonas y en definitiva, casi todos los males que pueden amenazar a una especie. Pero allí arriba estos héroes, húmedos y fríos, luchaban contra todo por sobrevivir y agradecían los estudios y trabajos realizados para reforzar sus menguadas poblaciones. Ellos dirían que no eran héroes, que sólo sobrevivían como podían, pero ni siquiera esa historia de humildad y superación era capaz de hacer posible lo que allí había ido a buscar.
Sapos corredores (Bufo calamita) copulando
Se dio cuenta de que, a pesar de la modorra, aún no había cerrado los ojos, porque un reflejo fugaz pasó por delante de sus narices. Con sólo unos segundos a la vista, esas grandes alas, y a esa altura, sólo podían ser de una apolo. Enseguida recordó que esas mariposas, incluso con su gran envergadura, habían quedado aisladas en esas montañas, como si de islas se trataran. Sabía que el aislamiento las hacía únicas, sutilmente diferentes a todas las demás, y que sobre esa historia de divergencia evolutiva, tal vez podía hacer posible su idea.
Mariposa apolo (Parnassius apollo)
Tal vez cerrando los ojos lo conseguiría, pero eso no hizo sino empeorarlo. De repente, el resto de los sentidos se agudizaron aún más. Fue en aquel instante cuando se percató de la intensidad de los olores que le rodeaban: el olor de la hierba, el perfume de las flores y hasta el tufo dulzón de las boñigas. Por encima del croar de los sapos se escuchaban más sonidos aún: el melodioso canto del pechiazul, con su garganta de color azul aún más intenso que el mismo cielo, la áspera estridulación de la chicharra de montaña, las caóticas vocalizaciones de las chovas, y así hasta un sinfín de sonidos que hacían imposible el cometido propuesto. 

Chicharra serrana Lluciapomaris stalli
Incluso con los ojos cerrados, pudo notar la sombra que se interpuso entre él y el sol. No podía ser otra cosa que un enorme buitre negro, ya que nada había más grande en esos cielos. Una gran colonia criaba a poca distancia, allí donde los más grandes árboles sobresalen como mástiles en un astillero. También ahí había algo casi único, pues los libros y guías siempre hablan de dehesas y bosques mediterráneos cuando a buitres negros se refieren, pero en los pinares serranos del Lozoya viven tan felices. Por si acaso, decidió desperezarse un poco, pues aunque sabía de su poca capacidad predatoria, no quiso parecer demasiado quieto ante esos casi dos metros y medio de plumas, pico y garras.

Buitre negro (Aegypius monachus)
Volviendo en sí, se dio cuenta de que el sol pronto ya se ocultaría tras las montañas hermanas de la que se encontraba. Aún tenía que desandar el camino y frustrado, recordó que ni siquiera había sacado las herramientas con las que había cargado hasta allá arriba, no pesaban mucho, la verdad, pero fastidia no cumplir los propósitos que uno se impone. No quedaba otro remedio que volver, e intentarlo de nuevo otro día a ver si era posible lo que no había podido hacer. 

Ensimismado y distraído, porque siempre el camino de vuelta, es menos estimulante que el de ida, se vaya a donde se vaya, el susto fue mayúsculo. De nuevo una visión fugaz, medida en segundos, y sin capacidad de reacción, pero aún sin haberlo visto nunca antes, no dudó en saber que lo que se le había cruzado, no era un ungulado, o ni siquiera un perro. No, así sólo se puede mover quien se mueve entre las sombras, quien es obligado a ser furtivo en la vida, quien debe saber desaparecer para acechar a sus presas o para huir del rifle asesino. Por si acaso, para que no le quedase ninguna duda, el animal, durante un segundo interrumpió su trote, giró la cabeza y cruzó su mirada con su sorprendido observador y, antes de seguir su camino, le dejó claro que sí, que era un lobo, que habían estado ausentes varias décadas, pero que habían vuelto para reclamar lo que nunca habían perdido de todo. El corazón volvió a bombear sangre hasta su cerebro y recuperó la realidad de la que se había ausentado ante la visión de ese ser mítico y ancestral. Pero aún así, tras toparse con uno de los pocos animales capaz de causar esa sensación a cualquier ser humano, la oscuridad, el frío, la prisa por regresar, y por qué no, el miedo, hacían imposible sacar el cuaderno y el lapicero, para escribir un relato sobre el Parque Nacional de Guadarrama.
En el bosque se encuentran los miedos del hombre
Y es que por unas cosas o por otras, decidió que no es posible, que era imposible cumplir su cometido. Que por más cerca de piornos, sapos, chicharras, pechiazules, apolos, chovas, buitres, gneises, morrenas, lobos y demás, es imposible escribir un relato con entre tres y cinco páginas sobre el Parque Nacional de Guadarrama. Es imposible escribirlo allí, porque allí hay que disfrutar y sentir, y son demasiadas las historias que se agolpan para ser contadas a la vez.  Ya probaría a ver si en el sofá de su casa era posible.

FIN





martes, 12 de julio de 2016

CARA A CARA CON UN ZORRO Y DOS CORZOS

Muchos pueden pensar en el por qué de salir al campo una y otra vez por sitios ya muy conocidos, pero es que cualquier mañana la naturaleza te da un susto y te sorprende con algo inesperado. Si seguís leyendo, lo veréis...
Así el domingo madrugué y como otros días, me lancé a ver qué podía pescar. Como ya hacía mucho tiempo que no practicaba, me llevé la red de camuflaje para intentar sacar alguna foto decente a algún pajarillo. A la tenue sombra de una retama y frente a unos olmos secos al lado de una fuente, me tiré un buen rato a ver quién se presentaba.
No tardó mucho en enseñorearse un alcaudón común (Lanius senator) que desde esa atalaya podía observar cualquier insecto que se pusiese a tiro. Fueron varias las idas y venidas de varios de estos pájaros.
Poco más que un gorrión, sin embargo cuenta con un pico ganchudo,
capaz de captuarar fuertes insectos y pequeños vertebrados
Vistos de frente, resultan ser blanquísimos
Aunque la fotografía no es buena, en este individuo se aprecian dos parásitos en la cabeza
También me entretuve bastante con unos cuantos herrerillos (Cyanistes caeruleus) recién volados, y que lucían un plumaje mucho menos llamativo que los adultos. A pesar de su juventud, ya hacían acrobacias por las ramas en busca de arañas y otros insectos minúsculos.

Cualquier postura le vale al herrerillo para agarrarse a una rama
En detalle se aprecian colores aún desvaídos, lo que indica un juvenil de este año.
No dejan de inclinarse y rebuscar en cada ramilla por si hay cualquier insecto o araña
Orgulloso, saca pecho y eriza el píleo
Y cómo no, varios fringílidos también se mostraron, y aunque todos ellos emparentados entre sí, cada uno tenía su pico adaptado a diferentes tipos de semillas.

Verderón común (Chloris chloris) con su pico fuerte y robusto
Jilguero (Carduelis carduelis) con su pico largo y fino
Pinzón vulgar (Fringilla coelebs) con su pico mediano
El mismo individuo, que muestra un plumaje bastante críptico, de juvenil o hembra
Incluso una desconfiada paloma torcaz (Columba palumbus) se posó a mi lado y algunos otros pájaros se dejaron ver.

Enorme paloma torcaz
Zarcero común (Hippolais polyglota)
Triguero común (Emberiza calandra)
Y así de entretenido andaba yo, incómodo por estar sentado en el suelo, y ya con calor, cuando oí venir a toda velocidad, atravesando la hierba seca a algún tipo de animal que venía hacia mí. En un abrir y cerrar de ojos, y sin parar, algo me lazó un mordisco a la altura de la cara y siguió su camino a toda prisa. Desconcertado, sólo pude ver la cola de un zorro (Vulpes vulpes) que se alejaba. ¡Pero qué le pasaba a ese zorro loco!
Aún nervioso me incorporé y a unos 25 metros vi una corza con su corcino (Capreolus capreolus), la cámara la tenía en el suelo y en cuanto me moví a cogerla me vio la madre y salió a toda carrera, seguida de su cría atravesando el monte con una elegancia pasmosa. Se detuvieron a mirarme desde la ladera de enfrente, me ladraron y desaparecieron.

La madre pasa por el monte con suma gracilidad, seguida de su cría, que va más retrasada
Siempre alerta, de vez en cuando paran a mirar a su posible perseguidor,
lanzando un ladrido de advertencia
Más tranquilo, pensé que igual la corza había asustado al zorro, y éste casi se estrelló conmigo pues estaba en medio de una trocha. Antes de casi chocarse, me lanzó una dentellada por si acaso, porque él sabía que dentro de ese bulto que unas horas antes no estaba, apestaba a humano. Y en fin, con esto ya tuve suficiente. Me fui a casa tan contento y contando mi batallita a quien quisiese escucharme.
Y acabo con otro bicho, de los apestados por la gente en general, pero con el que muy pocos pueden competir en la belleza de sus ojos. En compañía de unos amigos y nuestras niñas, lo encontramos por la noche en las calles de Santorcaz.
Sapo corredor con unos estupendos ojos verdes