lunes, 27 de octubre de 2014

TRAS EL LINCE EN ANDÚJAR

Antes de bajar a Sevilla a ver a la familia, esta semana hemos hecho una parada en la Sierra de Andújar. El objetivo era intentar ver algún lince ibérico en uno de los dos santuarios que le quedan en la Península Ibérica, el otro es Doñana. No hemos tenido suerte y es que no es la mejor época del año, ni este año ha sido bueno para el lince, porque el conejo ha sufrido el rebrote de las enfermedades que lo diezman. No obstante, encontrarse en el corazón de una de las zonas de monte mediterráneo más extensa y mejor conservada en plena berrea siempre es digno de contar.

Las dos jornadas que pasamos siempre empezaron temprano cuando el sol aún no asomaba por el horizonte.



En seguida el sol comenzaba iluminando las cumbres de esta serranía, con el Santuario de la Virgen de La Cabeza en lo más alto.


Poco a poco se iluminaban los pequeños altozanos y las copas de las encinas y alcornoques que los cubren.


Con esta media luz, son los sonidos los que llenan el monte. En esta finca en concreto, los abundantes ciervos proclamaban con su berrea su masculinidad. En otras eran los gamos los que hacían lo propio, con su ronca.


(¡Encended los altavoces!)

Ya con todo este escenario iluminado, conocido como La Lancha, se podía empezar a fotografiar a muchos de sus habitantes, aunque a mucha distancia.


Área de La Lancha a plena Luz


Como dije, los más abundantes fueron los ciervos (Cervus elaphus) que además también nos encontramos junto a las pistas que surcan el Parque Natural y sus alrededores. Además de ciervos, entre los mamíferos, vimos muflones (Ovis musimon), gamos (Dama dama), jabalíes (Sus scrofa) y conejos (Oryctolagus cunniculus).

Junto a una zona recreativa, una hembra nos vigilaba a escasos metros
Sin miedo a nuestra presencia decide echarse a rumiar, eso sí, interponiéndose entre su cría ya crecida y nosotros.
Un pequeño harén de hembras esperan en un cortafuegos
Un macho las vigila de cerca
Junto a una pista, un cervatillo joven busca a su madre con la mirada
Muflón macho, con el cuello dañado que prácticamente le impedía caminar. Probablemente se debiese por una lesión producida en un combate contra otro macho.
Al día siguiente, el mismo individuo, prácticamente no se había movido y continuaba con la cabeza gacha. Las curiosas urracas se acercaron a ver qué pasaba.
Dos jabalíes se pelean tras una encina
Dos conejos, especie clave para el lince y otros depredadores

En esta zona también las grandes rapaces fueron protagonistas:


Buitre leonado (Gyps fulvus)
Buitre negro (Aegypus monachus)
Águila imperial ibérica juvenil (Aquila adalberti)

Cansados de esperar un lince que no aparecía, y sofocados por casi unos 30ºC a la sombra, decidimos movernos un poco para conocer otras zonas del parque. Junto a la presa del Jándula descubrimos otra especie de ungulado, la cabra montés (Capra pyrenaica).

Embalse del Jándula
Presa del Jándula, finalizada en 1931
Cabra montés en el cantil a escasos metros de la presa
Una de las tardes fuimos al embalse de El Encinarejo, y allí nos entretuvimos con algunos nuevos protagonistas, así como con un ciervo bañándose en barro.

Junto a la orilla, un venado se restriega en el barro
Tras su baño, se retiró a la vegetación
Un grupo de cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo) toma el sol
A orillas del Jándula, las garzas reales (Ardea cinerea) se apostaban para pescar

Desde los propios caminos y pistas también pudimos fotografiar a algunos protagonistas sin bajar del coche.

Grupo de perdices rojas (Alectoris rufa)
Un imponente toro bravo, nos miró desde el otro lado de una valla, para luego salir huyendo
Los inquietos rabilargos (Cyanopica cyanus) sólo se dejaban fotografiar desde muy lejos
Para los botánicos, la zona también tiene un alto interés, y en esta época árboles y arbustos ofrecían una abundante y colorida cosecha.

Frutos de laurel (Laurus nobilis)
Frutos de lentisco (Pistacia lentiscus)
Madroños (Arbutus unedo)

Volveremos seguramente a intentar encontrar al escaso lince, que tras casi tocar fondo parecía recuperarse, aunque este año ya han muerto por causas humanas más de 20 individuos, de una población algo menor de 400.

domingo, 19 de octubre de 2014

PUERTO DEL CARDOSO, CHICHARRAS, SETAS, LAGARTIJAS...

La luminosa mañana con que empezó el sábado, hizo que nos decidiésemos a salir a la "sierra", esa sierra a la que hordas de madrileños se lanzan los fines de semana, y a las que ahora que paramos menos por Santorcaz, nos uniremos más a menudo. El destino elegido fue el Puerto del Cardoso, en la Sierra del Rincón.

Aunque el día era primaveral, las gentes llenas de cestas de mimbre, nos recordaron que estábamos en otoño, y en seguida, a la sombra de los pinares, comprobamos que las lluvias de días atrás habían hecho brotar cientos de setas.

Un grupo de Amanita muscaria adorna el bosque
Pequeñas setas crecían por doquier
Otras con forma globosa, probablemente del género Lycoperdon
Ascendimos hacia zonas más rocosas y despejadas de árboles, donde descubrimos que era un día de hiperactividad para unos curiosos insectos. Se trata de unas chicharras de piornal llamadas Lluciapomares stalli. Estos saltamontes han perdido las alas y han engrosado sus cuerpos para sobrevivir en los lugares ventosos y expuestos en los que habitan ¡Para qué volar, si el viento te puede arrastrar! Vimos muchos ejemplares, y pudimos comprobar las diferencias entre machos y hembras, e incluso escuchamos cómo aquéllos cantaban para atraer a éstas.

Macho de Lluciapomares stalli
Detalle de las alas atrofiadas, que frota entre ellas para cantar y atraer a las hembras, fenómeno llamado estridulación
Desde atrás se comprueba cómo las alas atrofiadas quedan protegidas por el pronoto
Hembra de la misma especie, sin alas pues no estridula y con un enorme ovopositor
Detalle del ovopositor, que entierra en el suelo para depositar los huevos
 Ya que estábamos con saltamontes, me entretuve en fotografiar algunas especies más.

Saltamontes que al volar, mostraba sus alas rojas
En esta especie, Oedipoda caerulescens, las alas son azules
Después de la ascensión paramos a comer, y la verdad es que no hay tarjeta black que pueda pagar por tomarse unas croquetas caseras con pisto ecológico, con las vistas que se nos ofrecían.

Al fondo valle por el que discurre el joven río Jarama
Desde nuestro balcón, podíamos ver perfectamente los numerosos grupos de piquituertos comunes (Loxia curvirostra) que volaban entre las copas de los pinos.

Piquituerto hembra, de colores verdosos, al contrario que los machos adultos, que son rojizos
Entre las piedras, también las lagartijas roqueras (Podarcis muralis) disfrutaban del sol y de las vistas.

Lagartija roquera, probablemente hembra
Macho de lagartija roquera, con la cola regenerándose tras una amputación
Tras un poco de reposo nos encaminamos a los bosques, y aunque muy cerca del famosísimo Hayedo de Montejo, nos deleitamos con pinares de pinos silvestres y otros árboles de montaña.

Abedul al borde de un arroyo
Acebo con la Sierra de La Hiruela al fondo
Cerezo silvestre (Prunus avium) de otoñada entre rebollos (Quercus pyrenaica)
En el suelo, allí donde hacía el sol, verdes cicindelas buscaban a sus presas y sobre nuestras cabezas, los buitres leonados (Gyps fulvus), buscaban sus carroñas.

Cicindela maroccana?
Buitre leonado planeando
En definitiva, un estupendo día serrano con los que probablemente sean los últimos calores del otoño.

domingo, 5 de octubre de 2014

AVUTARDAS EN LA ZEPA 139

Ahora que tenemos más complicado campear por Santorcaz, he aprovechado la primera ocasión para volver a uno de los sitios por donde más me gusta pajarear: los alrededores de Fresno de Torote. Este sábado dimos un paseo desde la El Jardín de Serracines para adentrarnos por la ZEPA 139 "Estepas cerealistas de los ríos Jarama y Henares", que se trata de una Zona de Especial Protección para las Aves, en la que quisimos celebrar el fin de semana de las aves. Esta zona se declaró para proteger las aves propias de los hábitats esteparios.

Estepas abiertas de cultivos con el Valle del río Torote al fondo
 y cerros de retama y Genista hirsuta en primer término
Aunque la tarde se nubló, lo que dificultaba la fotografía, en seguida varias rapaces se nos pusieron a tiro, manteniéndose inmóviles frente al viento.

Ratonero común (Buteo buteo)
Milano real (Milvus milvus)
Muy lejos un corro de buitres negros y leonados cicleaba 
En el suelo, todavía se dejaban ver algunas aves migratorias que descansaban en su camino en busca de sus zonas de invernada tropical.

Collalba gris (Oenanthe oenanthe)
Pero pronto, oteando los rastrojos, descubrimos a la estrella de esta ZEPA, la avutarda (Otis tarda):

Avutarda, una de las aves voladoras más pesadas
Grupo de avutardas alimentándose en un rastrojo
Lo que parece un macho levanta la cola ante otro ejemplar de detrás
Compartiendo el rastrojo con las avutardas, rebaños de ovejas pastaban, y a su vez, acompañando a éstas, grupos de garcillas bueyeras (Bubulcus ibis) daban caza a los insectos que levantaban las ovejas.

Ovejas y garcillas bueyeras
Tras superar un pequeño altozano nos sorprendió una avutarda aislada que se asustó ante nuestra presencia y echando a volar nos mostró el color de sus alas y partes ventrales.

Extendiendo las alas muestra sus blanquísimas partes ventrales
El dorso en cambio es ocre, con blanco y negro en las alas
A algunos centenares de metros nos miró ya más tranquila
En contraste con el blanco de las alas de la avutarda, otro gigante de los cielos nos sobrevoló, esta vez con alas negras.

Buitre negro (Aegypus monachus)
Carroñas de lo abundantes conejos y ganado de la zona, atraen a estas aves
De nuevo, volvimos a ver otras rapaces en el camino de vuelta.

Milano real mostrando su cola escotada 
Ratonero común oteando desde un poste eléctrico con puente lateral sin proteger
Para terminar, aunque en esta época las plantas no presentan muy buen aspecto, hubo dos que llamaron nuestra atención:

Sandía espinosa (Cucumis myriocarpus)
Detalle de los frutos, del tamaño de una pelota de golf
Flores de quitameriendas (Merendera montana). El nombre le viene por la fecha de su floración: cuando el tiempo empeora y se acaban las meriendas camperas veraniegas