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lunes, 8 de agosto de 2016

ABEJARUCOS Y UN PIQUITUERTO LOCO

Otro fin de semana de mucho calor, como tienen que ser, pero que no me he podido resistir a salir al campo por Santorcaz. Fue todo caminata, nada de esperas, pero algunas fotos me parecen con méritos suficientes como para compartirlas.

Las primeras fueron unos cuantos abejarucos (Merops apiaster) que con el frescor de la mañana esperaban a que el sol calentase sus cuerpos, y sobre todo, el de sus presas, los insectos voladores.

Aún con la luz del amanecer, los colores de este abejaruco adulto, se pueden distinguir de un juvenil.
En los juveniles los tonos son más verdosos, sobre todo en las partes superiores
Los siguientes en aparecer fueron un grupo de perdigones (Alectoris rufa) ya creciditos, que picoteaban por medio de un camino.

Perdigones ya de buen tamaño pero con plumaje juvenil
Luego me aguantó bastante un grupito de jóvenes pinzones (Fringilla coelebs) y a alguno pude fotografiar con su plumaje tan apagado.

Casi nunca faltan a la cita los pinzones, sobre todo los juveniles
A lo lejos vi posarse una rapaz en un quejigo y hasta que no se volvió a levantarse no pude confirmar que se trataba de un aguilucho lagunero macho (Circus aeroginosus).

Aguilucho lagunero a lo lejos
Ya empecé la vuelta a casa y en los pinos encontré un cráneo de gato. Aún debo analizarlo con mayor detalle para saber si es de gato doméstico o montés.

Cráneo típico de gato, con su hocico chato y grandes senos orbitales
Vista cenital del cráneo
De nuevo aguantó un abejaruco en un cable, que con el sol en todo lo alto, mostraba unos colores algo diferentes a los del comienzo de la mañana.

Abejaruco adulto a pleno sol
En los huertos me dio por levantar la vista y pude ver un águila calzada (Aquila pennatus) que a gran altura sobrevoló el pueblo.

Águila calzada con su típico plumaje de fase clara
Por fin, en el lavadero, un piquituerto (Loxia recurvirostra) recién volado de su nido y sin ningún miedo al hombre, aún, se posó a un par de metros y se acercó a beber sin casi reparar en mí.

El piquituerto, con su pico cruzado y su plumaje típico de un joven
En el canal bebiendo...

...y levantando el pico para tragar...


...antes de echar una mirada a su alrededor

miércoles, 12 de agosto de 2015

ZORROS, CORZOS Y DESPEDIDA

La pasada, ha sido esta una semana atípica, pues aunque hemos trabajado, la hemos pasado en Santorcaz. Por tanto entre semana hemos salido a dar algún paseo al atardecer, y aunque el ambiente ha sido tórrido, siempre algo curioso se puede ver.
El domingo, Lucía y yo, salimos a pasear hacia Pioz y la sorpresa me la llevé pronto, pues pude ver dos gangas ortegas (Pterocles orientalis) en vuelo alto. Nunca antes las había visto en Santorcaz. Habrá que estar atentos a ver si estaban “de paso” o son más residentes de lo que pensaba. En cualquier caso con la cámara no hubo mucho que hacer. Sólo perdices (Alectoris rufa), un ratonero (Buteo buteo) y al final, una familia de zorros (Vulpes vulpes) que nos entretuvieron con sus juegos, aunque desde muy lejos.


Perdiz en un mar de rastrojo
Ratonero común posado en una encina
Dos zorros se persiguen, y aunque con poca calidad de imagen, en el vídeo de más abajo, se aprecian las carreras y juegos de tres individuos



El lunes salí a dar una vuelta con un amigo del pueblo y dos miembros del Grupo Tagonius, asociación que en el ámbito de la comarca de la “Alcarria madrileña” tiene por objetivos la conservación de los patrimonios natural, etnográfico e histórico. Supongo que en breve empezará a cobrar más importancia en mis devaneos camperos. Incluso a la vez que una animada charla sobre las amenazas y oportunidades del medio que nos rodea, pudimos disfrutar del avistamiento de hasta cuatro corzos (Capreolus capreolus) al atardecer.


Corzo alertado por nuestra presencia
Otro día salimos Lucía y yo hacia Pezuela, y molestamos durante un rato a una abubilla (Upupa epops) que se levantaba del camino que llevábamos para volverse a posar unos metros más adelante, así que volvíamos a la situación inicial.


Las abubillas buscan insectos en los caminos y linderos
El día después, por el camino a Pioz no hubo suerte con los bichos, pero siempre es un gusto disfrutar de los atardeceres veraniegos, pues los juegos de luces y la caída de las temperaturas allí donde no hay asfalto ni hormigón, estimulan los sentidos.


Puesta de sol entre nubes
Y ya el domingo, sí que saqué tiempo para madrugar, y acompañado de un amigo alcalaíno, que ya siente este pueblo como suyo, dimos un buen paseo por Santorcaz y Anchuelo. El día estuvo tranquilo y la charla amenizó la caminata. 

De nuevo, disfrutamos con un zorro que nos debió estar observando durante un buen rato, hasta que nos dimos cuenta de que estábamos siendo “acechados”. Es un alivio que las leyes de la naturaleza se impongan, y que ni lazos, venenos ni furtivos consigan hacer menguar a tan adaptable, prolífico, astuto y bello animal. Si hay basureros, atropellos, naves y edificaciones por el campo llenas de ratones y ratas, va a haber zorros. Es así.

Zorro vigilando a los humanos
Siguiendo con el paseo, disfrutamos de algún pajarillo más, y aunque más de una vez tuvimos que guardar la cámara cuando ya teníamos casi enfocado al animal, algunos sí que aguantaron hasta poder apretar el “gatillo”, que es nuestro botón de disparo.

Hembra de pinzón (Fringilla coelebs) en un olmo seco
Macho de tarabilla común (Saxicola torquata) en un álamo seco
Ya en las puertas de Santorcaz, en el antiguo lavadero, mi compañero descubrió una culebra acuática viperina (Natrix maura), e intrigados, buscamos a ver de qué se podía alimentar. Descubrimos algunos renacuajos de gran tamaño, que por estar en un pilón y por lo avanzado del verano, me hacen sospechar que puedan tratarse de sapos parteros (Alytes obstetricans). Se trata de una especie cada vez más escasa y digna de nuestra protección y cuidado. Labores de “limpieza” de pilones mal llevadas a cabo pueden provocar el desastre reproductor para la especie, así que la solución es fácil, hay que evitar limpiezas en la temporada de cría. No obstante, como casi siempre, había algún carpín (Carassius auratus), que acabará con todo bicho viviente que intente reproducirse en el agua. Esta especie de Asia oriental, sin duda eliminará a ranas, sapos, libélulas, caballitos del diablo y otros animalillos que deberían alegrar las fuentes. El lugar de estos peces debería estar restringido a Asia oriental, acuarios y estanques de jardín.

Culebra acuática viperina, una de las culebras más tímidas e inofensivas
Posible renacuajo de sapo partero
No quiero acabar, sin dejar una pequeña reseña en recuerdo de quien más horas ha compartido conmigo en el campo, y si cabe, con aún más entusiasmo que yo mismo. Hace dos semanas que ya no pudo más. Alegre y fiel, delante o detrás de mí, pero siempre con ganas de patear monte aun cuando la edad y el calor querían vencerte... te echaré de menos Yerry.




lunes, 6 de julio de 2015

AGUILUCHO LAGUNERO JUVENIL DE CAZA Y NIDO DE AZOR



Antes de irnos fuera unos días, aproveché en Santorcaz para controlar un nido de azor (Accipiter gentilis) con tres pollos, que descubrí hace un par de semanas. Esta publicación saldrá pasado varios días desde la visita, así que aún sin desvelar el lugar del nido, con estos días de margen los pollos ya habrán abandonado el nido, por si acaso.

Pero el día empezó, como últimamente, desde mi oteadero favorito, donde pronto descubrí un lejano zorro (Vulpes vulpes), que desapareció rápidamente entre la vegetación.

Zorro con el pelaje de verano, que le da un aspecto de chacal
También detecté varios aguiluchos laguneros juveniles (Circus aeroginosus) cazando insectos. Como aún no deben ser expertos cazadores, la técnica consistía en escarbar y picotear aquí y allá, como si fueran gallinas. Como inexpertos que son, también me pude acercar un poco.

Aguilucho lagunero joven buscando invertebrados en el rastrojo

Tras un poco de picoteo, alzó el vuelo, mostrando un plumaje anormalmente oscuro
Al siguiente protagonista no fue gracias a los prismáticos como lo detecté, si no por el olfato. Un pestilente olor rodeaba el ambiente y en la cuneta, estaba la causa: un corzo (Capreolus capreolus) yacía atropellado.

Hembra de corzo  atropellada
En la cuneta, cerca del corzo, varias lagartijas colilargas (Psammodromus algirus) tomaban el sol, supongo que a la espera de algún insecto. 

Lagartija colilarga, mostrando sus típicas franjas longitudinales claras
Después ya llegué al nido de azores, y allí estaban los tres hermanos, silenciosos, pero vigilantes, y quietos como si fuesen ramas. Como mantuve la distancia, allí se quedaron, espero que días después ya se atrevan con sus primeras excursiones.

Nido de azor, sobre él, a izquierda y derecha,
se encuentran dos juveniles que ya han abandonado el nido
Detalle del individuo de la izquierda
También me entretuve con un águila culebrera (Circaetus gallicus). Ésta tenía un plumaje diferente a la pareja que había visto días atrás, así que probablemente Santorcaz se encuentre en el límite de varios territorios de águilas culebreras.

Imagen donde se aprecia con detalle el plumaje barrado de este individuo
A medio sol, se aprecia la capucha oscura, que la diferencia de otros,
individuos vistos por Santorcaz
Ya no dio el día para mucho más, sólo para lo que iba surgiendo de camino de vuelta a casa.

Buitrón (Cisticola juncidis) en un trigal,
tan pequeño y ligero que una caña de una hierba sostiene su peso
El mismo individuo, mirando curioso al fotógrafo
Conejo (Oryctolagus cunniculus) a la sombra en un camino
Perdiz (Alectoris rufa) a la carrera en un olivar
Pinzón vulgar macho (Fringilla coelebs) en un olmo seco

lunes, 22 de junio de 2015

CORZOS Y ÁGUILAS CULEBRERAS

¡Cuánto hacía que no disfrutaba un día de campo en Santorcaz, a solas, con un buen madrugón, y sin tener que coger coche! Sólo tenía que volver relativamente pronto para ayudar a tener todo preparado en casa, pero como sabía que iba a hacer calor, contaba con estar de vuelta pronto.
La primera de las fotografías que hice, no me hizo pensar en que parte de lo que vendría después estaría muy relacionado.

Camisa de culebra bastarda (Malpolon monspessulanus)

Sabiendo que aún era una hora "hábil" para los mamíferos, me encaramé a uno de los cerros del pueblo. Pronto se cumplieron mis pronósticos y pude fotografiar a dos corzos (Capreolus capreolus) a gran distancia, separados entre ellos y yo unos 400 m. Mirando con cuidado me di cuenta de que uno de los corzos era corza, y tenía a su corcino oculto en la cebada.

Uno de los corzos, al sol...
... y el otro a la sombra, y entre la cebada se aprecian las orejas de la cría
También al moverme en mi atalaya me di cuenta de que un águila culebrera (Circaetus gallicus) había elegido el mismo lugar elevado, pero yo sólo me di cuenta de su presencia cuando salió huyendo y se posó al otro lado del valle.

Parte superior del águila culebrera
Culebrera vista desde el otro lado del valle
Volviendo la atención a los corzos, como entre la madre con su cría y yo, había varios matorrales y olivos, y además, había un viento lateral que ocultaría mi olor y el ruido de mis pisadas, me acerqué hasta unos 100 metros sin ser visto, con lo que pude disfrutar de los lametones, carantoñas y mamoneos que se traían madre e hijo.

Carantoñas de la corza a su cría
El corcino mamando

Formando parte de un olivo, nadie me veía, y algún pájaro se me puso a tiro, mientras disfrutaba de la familia de corzos.

Abejaruco (Merops apiaster)
Curruca mirlona (Sylvia hortensis) cantando
Contento, me alejé por donde había venido, y crecido con mi capacidad de confundirme con el paisaje, me acordé de la culebrera. Viendo que continuaba posada a casi un kilómetro y sabiendo de un bosquete próximo que me ocultaría, me acerqué a ella y de nuevo la fotografié, esta vez más cerca.

Águila culebrera, con su espectacular ojo amarillo
Ya me iba a ir cuando levantó el vuelo y tras coger algo de altura se acercó hacia donde me ocultaba, así que la pude fotografiar planeando, dándome cuenta de que estaba mudando varias rectrices de su cola.

Ciñendo el viento para girar y coger altura
Sobre mi vertical, se aprecia perfectamente el diseño de su plumaje 
y las rectrices externas creciendo
Abandoné el bosquete buscando nuevos bichos, pero al mirar arriba de nuevo ¡águila culebrera! Aunque esta vez no era una, sino una pareja y además una hembra de aguilucho lagunero que sintió amenazado su territorio, por lo que decidió acosar a las águilas hasta que se alejaron.

A la izquierda una de las águilas culebreras, a la derecha, 
más pequeña y oscura, la hembra de aguilucho lagunero
La pareja de águilas culebreras, ambas muy blancas
La lagunera, color chocolate con dorado en los hombros y cabeza
Ya me sentía un elemento más de la naturaleza, pero aunque me salieron un par de azores y un búho real, éstos no fallaron, y me vieron mucho antes que yo a ellos, así que no puede fotografiarlos. Sólo unos perdigones (Alectoris rufa), sin duda aún inexpertos, me salieron casi entre los pies al andar por un camino.

Perdigón a todo correr por un camino
Sentado a la sombra, pues ya hacía calor, se me presentó una cogujada montesina (Galerida theklae) que con algún saltamontes en el pico no se decidía a entrar a su nido, no fuese que lo descubriese.

Cogujada montesina con su ceba en el pico
Sabiendo que molestaba me volví para casa, aunque antes de llegar me entretuve con varias golondrinas (Hirundo rustica) y aviones (Delichon urbicum) que cogían barro para hacer sus nidos en el lavadero municipal.

Golondrina común a la izquierda y avión común a la derecha
Tras currar bastante en casa, al atardecer salí a dar una vuelta con mi mujer por el camino de Corpa. Con el contraluz del atardecer, algunas mariposas tenían un encanto especial al estar retroiluminadas.

Colias crocea alimentándose de unas flores de alfalfa
Como el día iba de culebras y culebreras, encontramos en una cuneta una enorme culebra bastarda recién atropellada. Como siempre una pérdida inútil que bien habría hecho las delicias de las culebreras de la mañana. Algún zorro se la comería por la noche…

Enorme culebra bastarda atropellada
El sol siguió bajando y en algunos momentos lanzaba curiosos destellos en las espigas de las gramíneas silvestres.

Atardecer en el camino de Corpa, al fondo, las antenas de Anchuelo
Ya sin sol, llegaba el turno de los noctámbulos y antes de llegar a Santorcaz, con el sonido de fondo de algún alcaraván, había que entretenerse en buscar en los majanos la silueta de algún mochuelo (Athene noctua). Afortunadamente uno se recortaba sobre el oeste donde se puso el sol.
Mochuelo apostado en un majano