lunes, 9 de noviembre de 2015

BUITRES, GRULLAS Y ESTORNINOS

Unas jornadas cálidas y soleadas como las de estos días no se podían dejar pasar, así que toda la familia hemos paseado  por los campos de Santorcaz, tanto de mañana, como de tarde.

La verdad es que los pájaros no se dejaron acercar mucho, pues se nos veía a distancia. En cambio, algunas mariposas, acuciadas por el hambre y la escasez de flores, no tenían tantos remilgos a nuestra presencia.


Colias alfacarensis alimentándose
No obstante, estando en el parque de la piscina, algunas de las aves más grandes se dejaron ver. Primero fueron un par de buitres leonados (Gyps fulvus) que tras ciclear un rato se marcharon hacia Pioz.


Buitre leonado cicleando mostrando su típica silueta
Después llegaron varios grupos de grullas (Grus grus) que pasaron hacia el sur, con su incansable trompeteo. Sólo en ese día debieron pasar varios centenares sobre Santorcaz.

Bando de grullas con su típica formación en V

Más cerca, se aprecida el cuello y las patas estiradas
Por la tarde, también dimos otro pequeño paseo, y de nuevo nos encontramos con otro grupo de aves que contaba varios centenares de individuos. Esta vez eran estorninos negros o tordos (Sturnus unicolor) que silbaban al sol de la tarde posados en unos cables. Pero fue al acercarnos más, cuando de golpe, se levantaron muchos más individuos del rastrojo, con tal sincronización que causaron un gran estruendo.

A los estorninos se les llama tordos en Santorcaz
Con un color negro muy brillante unos daban la cara y otros la espalda al sol
Los estorninos son famosos por sus enormes bandos,
que con movimientos sincronizados pueden dibujar curiosas formas en el cielo
Y ya con el sol bajo el horizonte, volvimos al pueblo con la sensación de que el campo relajó a nuestra polluela, al contrario que el día anterior, en que pasamos la mañana en un centro comercial y tuvo la tarde más revuelta.

Anochecer desde la Ermita de la Concepción

domingo, 25 de octubre de 2015

JARDÍN BOTÁNICO DE MADRID

Hoy hemos decidido que la mañana la íbamos a pasar en el Real Jardín Botánico de Madrid, aprovechando que hacía buen día y sabiendo que los colores del otoño nos estarían esperando. La verdad es que hemos pasado un día estupendo y este pequeño remanso de naturaleza en pleno centro de la gran ciudad, no nos ha defraudado.

Tan buen día hacía, que los gorriones (Passer domesticus) abrevaban en los fontines que centran cada grupo de parterres.

Macho de gorrión bebiendo directamente del chorro
En las zonas más umbrías, el canto de los petirrojos (Erithacus rubecula) nos trasladaba a los frescos bosques norteños y de montaña.

Petirrojo observando al fotógrafo
En las zonas soleadas donde las plantas aromáticas ofrecían su néctar, mariposas y abejorros no dejaban pasar la oportunidad.

Vanessa atalanta con las alas plegadas...
... y a medio desplegar
Un abejorro Bombus terrestris libando néctar
En un nuevo estanque que ha sido construido este año, decenas de ranas verdes (Pelophylax perezi) tomaban el sol y preparaban sus patas para lanzarse a por algún incauto insecto.

El aspecto del estanque parece totalmente natural
Esta rana escogió la hoja de en nenúfar para descansar...
... mientras estas otras preferían una piedra.
Y aquí y allá, decenas de dalias, crisantemos, rosas y otras flores y hojas en otoñada ponían los últimos destellos de color antes del invierno. 

Frutos y flores de ricino
Dalias amarillas
Dalias manchadas
Un girasol 
Hojas de un Prunus 
Flameantes llamas parecen haber enganchado en este arbusto
Y preparando la fiesta que se avecina, el Botánico nos muestra cuán diversa es la Naturaleza. Viendo esto, da pena ir a un centro comercial y que sólo nos ofrezcan una ínfima parte de todo lo que hay disponible. Esperemos que las grandes distribuidoras de alimentos no hagan que se pierda esta riqueza y los pequeños agricultores sepan conservarlas.

Calabazas
En definitiva, una mañana excelente, se me ocurren pocos lugares más agradables dentro de una gran ciudad en la que dar de mamar a mi hija: a la sombra de árboles centenarios, escuchando el canto de los petirrojos, con hojas cayendo dulcemente sobre su carrito y rodeada de todos los colores del mundo.

Estanque y monumento a Linneo

sábado, 26 de septiembre de 2015

SILVIA

Me tengo por una persona a la que no le sienta bien que le cambien los planes, pero el día que tenía pensado publicar una entrada sobre el fin de semana pasado, una causa de fuerza mayor me lo impidió. ¿Y puede imaginar alguien una fuerza mayor de la naturaleza que el nacimiento de una primera hija? Y con esa vitalidad y fuerza imparable de quien aterriza en este mundo, lleva sólo cuatro días con nosotros y la cachorrilla ya lo ha cambiado todo. Pañales, calostros, pises y meconios, son sólo nombres que entran en nuestro nuevo vocabulario, pero una sóla palabra ya lo es todo para nosotros: SILVIA. 
Ella, y la campeona de su madre, están perfectas y yo sólo quiero estar a su altura y acompañarlas en cada paso en este mundo. Y cómo este mundo también debe ser objeto de cuidados, espero seguir mostrándoselo a todo al que se interese. Probablemente me sea más difícil acercarme a un gavilán durante un tiempo, pero incluso con niños, siempre habrá una mariposa o un bichito del que haya algo interesante que contar. Así que espero seguir a menudo por aquí.
Sylvia es el nombre genérico de un grupo de pequeñas aves de canto melodioso, vida inquieta y amantes del monte y el bosque, silva en latín. No puedo empezar de otra manera hoy este blog, que con una foto de una hembrita que vi el domingo pasado, tal vez un presagio...

Curruca cabecinegra hembra (Sylvia melanocephala) Acaso, ¿no es preciosa?
A partir de aquí, todo sigue tal como lo redacté en su momento:

Sigo aprovechando la mañana de los domingos en Santorcaz. Ésta empezó fresca pero acabó sofocante.
Pero la verdad es que la crónica la empiezo con fotos de un paseo al atardecer que dimos el sábado. Y es que encontramos un pardillo (Carduelis cannabina) que estaba mudando las plumas de su cola, que parecía un abanico en lugar de la habitual cola escotada.

Pardillo común con las plumas externas de la cola a medio crecer
Ya de noche, volviendo a casa, es fácil descubrir salamanquesas (Tarentola mauritanica). No sé si es realidad o una figuración mía, pero desde hace poco tiempo, cada vez parecen más abundantes. Igual era que antes no me fijaba, pero hace años yo no las veía por Santorcaz y recuerdo algún libro de la fauna de Alcalá y alrededores en que sólo se distribuían hasta Anchuelo, sin pasar la cota de los 800 m de altitud. Tal vez el cambio climático hace que, de media, las noches ya no sean fan frescas como antaño y permitan la vida a este curioso reptil.

Pequeña salamanquesa
Ya el domingo inicié un paseo matutino yo sólo. Hacía tiempo que no escuchaba el canto de las totovías, aunque no se dejaron ver, como sí hicieron sus primas las cogujadas montesinas (Galerida theklae).

Cogujada montesina (Galerida theklae). Ojo a las uñas de su dedo posterior
A la vera de una fuente me aposté camuflado, aguardando a ver si algún pajarillo se dejaba fotografiar después de darse un baño o antes de bajar a beber. Muchos lo hicieron, pero no pude fotografiar a todos.

Carbonero común (Parus major)
Herrerillo común (Cyanistes caeruleus) a la salida del baño
Papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca), un migrante
Otro pardillo con la cola a medio mudar
Pinzón vulgar hembra (Fringilla coelebs)
Ante tanta concentración de carne emplumada, apareció el gran enemigo de los pájaros pequeños: el gavilán (Accipiter nisus). Fueron unos segundos solamente, pero de esos que los amantes de la naturaleza no olvidamos. Por delante de mis narices, a unos dos metros de mi escondite, el gavilán llegó raseando a escasos palmos del suelo pero a una gran velocidad, de hecho fue el silbido del viento el que me hizo verlo. Abrió alas y cola para frenar a la vez que ganó altura y se posó en un quejigo. Los mirlos dieron la voz de alarma y todo pájaro se puso al resguardo en las pinchudas hojas de la coscojas, sin duda mejor que las afiladas garras del gavilán. Tres fotos pude hacer y tal como llegó desapareció…

Gavilán hembra en busca de presas
Aún a la sombra, se aprecia el amarillo de su ojos
Contento, salí de mi escondite y seguí el paseo previsto, pudiendo hacer alguna foto más a algún otro pájaro de los que están en paso, que viniendo del norte no tiene tan mal concepto del hombre y se dejan acercar algo más que los “nativos”.

Papamoscas gris (Muscicapa striata)
Acabó el paseo con una concentración de colores en forma de alas de mariposa, reunidas en las aromáticas flores de los espliegos, que ante el secarral circundante eran de las pocas flores presentes. A algunas mariposas no me atrevo a nominarlas por lo que si algún voluntario se anima, se agradece.

Chinche del género Carpocoris
Lampides boeticus
Un licénido, al igual que el anterior
El mismo con las alas abiertas
Otro licénido
Ahora con las alas abiertas
Más licénidos...
Muschampia proto
Pontia daplidice o blanquiverdosa
Zygaena fausta, una polilla muy colorida

lunes, 14 de septiembre de 2015

PÁJAROS ROJOS

Según algunos agoreros, se aproxima una especie de apocalipsis en cuanto al tiempo que voy a poder dedicar al campo en las próximas semanas, meses o años… No creo que sea para tanto, pero asumiendo que tendré unas ineludibles tareas que empezarán en los próximos días o semanas, el domingo decidí aprovechar unas horas de la mañana en el campo.

Esta vez empiezo por el final del paseo, y es que este espectacular y curioso pájaro merece abrir el blog hoy. Se trata de un precioso macho de piquituerto (Loxia curvirostra) un pájaro al que el curso de la evolución proporcionó un pico inútil para casi todo, pero perfecto para abrir piñas y sacar piñones de ellas sin tener manos.

Magnífico piquituerto macho. Las hembras son verdosas
A contraluz, el mismo individuo muestra su llamativo obispillo anaranjado
Siguiendo con esta gama de color, un rato antes pude fotografiar, aunque desde más lejos, otro precioso macho de colirrojo real (Phoenicurous phoenicurus). Estos pajarillos andan cogiendo fuerzas de camino a su invernada en zonas ecuatoriales.

Los dos tipos de colirrojos ibéricos son inconfundibles por el color de su cola. 
El real tiene su pecho rojizo y el tizón el cuerpo negruzco
En época reproductora los colores negro de la cabeza y rojo del pecho son aún más intensos
Como hacía mucho aire, el día no fue de muchos pájaros, aunque disfruté del ataque de un azor a un bando de torcaces que descansaban en un álamo. No sé cómo acabó el lance pues el azor (Accipiter gentilis) desapareció entre la vegetación y no lo vi salir.

Incluso en una imagen de baja calidad y en movimiento es apreciable el fulgor de sus ojos anaranjados 
Otro cazador menos preciso, debió dejar malherida a una torcaz que agonizó sobre un majano hasta que murió. Sólo las avispas aprovechaban su cuerpo que quedó tieso al sol. No debe haber tantos depredadores como dicen algunos, si un manjar así pasa horas sin ser aprovechado.

Joven paloma torcaz (Columba palumbus) sin aún las marcas blancas del cuello que tienen los adultos
Esta ausencia de depredadores, se ve compensada, en parte, por otros de origen doméstico. Y es que el primer animal grandecito que vi en la mañana fue un gato doméstico (Felis silvestris catus), que bastante alejado del pueblo, recorría un camino acechando cualquier bicho viviente. Luego pagan el pato de sus fechorías algunos inocentes como garduñas, zorros, ginetas y gatos monteses, que encima, no tienen su Royal Canin en casa si la cacería se ha dado mal.

Escuchando y observando a lo que se pueda esconder entre la vegetación
Como siempre, buscando un poco, también se encuentran otras pequeñas joyas como mariposas y mantis que por su belleza o complejidad, son dignas de reseñar.

Colias crocea, pegada al suelo protegiéndose del viento
Mantis religiosa

Pontia daplidice libando néctar
Me quedé con el regusto amargo de no haber podido fotografiar una espectacular mariposa, Charaxes jassius, o mariposa del madroño, que además de ser muy grande y coloreada, cuenta con muy escasas citas en Madrid. El viento no la dejó posarse salvo algún segundo, insuficiente para disparar, hasta que se dejó llevar por el aire.