domingo, 25 de octubre de 2015

JARDÍN BOTÁNICO DE MADRID

Hoy hemos decidido que la mañana la íbamos a pasar en el Real Jardín Botánico de Madrid, aprovechando que hacía buen día y sabiendo que los colores del otoño nos estarían esperando. La verdad es que hemos pasado un día estupendo y este pequeño remanso de naturaleza en pleno centro de la gran ciudad, no nos ha defraudado.

Tan buen día hacía, que los gorriones (Passer domesticus) abrevaban en los fontines que centran cada grupo de parterres.

Macho de gorrión bebiendo directamente del chorro
En las zonas más umbrías, el canto de los petirrojos (Erithacus rubecula) nos trasladaba a los frescos bosques norteños y de montaña.

Petirrojo observando al fotógrafo
En las zonas soleadas donde las plantas aromáticas ofrecían su néctar, mariposas y abejorros no dejaban pasar la oportunidad.

Vanessa atalanta con las alas plegadas...
... y a medio desplegar
Un abejorro Bombus terrestris libando néctar
En un nuevo estanque que ha sido construido este año, decenas de ranas verdes (Pelophylax perezi) tomaban el sol y preparaban sus patas para lanzarse a por algún incauto insecto.

El aspecto del estanque parece totalmente natural
Esta rana escogió la hoja de en nenúfar para descansar...
... mientras estas otras preferían una piedra.
Y aquí y allá, decenas de dalias, crisantemos, rosas y otras flores y hojas en otoñada ponían los últimos destellos de color antes del invierno. 

Frutos y flores de ricino
Dalias amarillas
Dalias manchadas
Un girasol 
Hojas de un Prunus 
Flameantes llamas parecen haber enganchado en este arbusto
Y preparando la fiesta que se avecina, el Botánico nos muestra cuán diversa es la Naturaleza. Viendo esto, da pena ir a un centro comercial y que sólo nos ofrezcan una ínfima parte de todo lo que hay disponible. Esperemos que las grandes distribuidoras de alimentos no hagan que se pierda esta riqueza y los pequeños agricultores sepan conservarlas.

Calabazas
En definitiva, una mañana excelente, se me ocurren pocos lugares más agradables dentro de una gran ciudad en la que dar de mamar a mi hija: a la sombra de árboles centenarios, escuchando el canto de los petirrojos, con hojas cayendo dulcemente sobre su carrito y rodeada de todos los colores del mundo.

Estanque y monumento a Linneo